miércoles, septiembre 30, 2009

Ocurrencias de los alumnos. Parte XI

Study  http://www.flickr.com/photos/frammenti/ / CC BY 2.0

La semana pasada fue, en definitiva, una de las más intensas de toda mi vida. El lunes y el martes, salí alrededor de la media noche de las instalaciones de mi cliente, el miércoles sucedió un problema crítico relacionado con una base de datos y tuve que quedarme toda la noche del miércoles al jueves y del viernes al sábado. Llegué a la casa el sábado por la noche y el domingo no fue mas que una transición de sueño entre un día de arduo trabajo y el lunes, que empezó de nuevo la semana. He estado francamente agotado y siento como si todavía no me recuperara del todo.

Siempre he dicho que la vida da altas y bajas constantemente y, por más antagónica que parezca, siempre habrá momentos mejores. Es simple cuestión de probabilidad.

Recapitulando el día de hoy, me di cuenta de que sucedieron dos eventos que me levantaron los ánimos y, francamente, ya me siento mucho mejor. Ambas situaciones tuvieron que ver con mis alumnos.

Hoy en la mañana, dediqué la clase a avanzar el proyecto y revisar si había dudas. Como nos acercamos a los exámenes bimestrales, trato de relajar un poco las clases, para no presionar tanto a los chicos y me pongo a platicar con ellos en lo que trabajan. De esta forma, uno llega a enterarse de los mejores chismes del mundo estudiantil: desde las novedades de la Fiesta Mexicana, hasta que una pareja escolar cumple hoy sus primeros tres meses de noviazgo. Caminando entre las computadoras, me acerqué a regañar a una alumna que no estaba trabajando y, de la nada, abrió su programa y me dijo “Ya acabé.” Francamente, me extrañaba que no estuviera programando, debido a que suele ser una alumna muy dedicada. Corroboré brevemente el dato que acababa de comentarme y decidí que era momento de ponerme a platicar con ella. Platicamos de las excursiones que están planeando por parte de la escuela, de los trabajos y tareas que tienen que entregar en esas semanas, de sus impresiones de los exámenes de su último año en la escuela, y finalmente, decidió platicar de su novio, quien está estudiando en el ITAM. De repente, vi cómo le brillaron los ojos y me dijo “Ruy, lo mejor de todo es que yo le ayudo con sus tareas de computación.” Ante mi mirada escéptica, reafirmó diciendo “Sí, yo sé más que él de programación.” Eso, francamente, me alegró toda la mañana.

El segundo suceso fue hace un par de horas, cuando me contactó una ex-alumna, miembro de la primera generación a la que le di clases. Seguía sacando los pendientes que no pude atender la semana pasada y me llegó el siguiente mensaje a mi Messenger:

¡¡Hey, Ruy!! Sólo quería decirte que, de nuevo, brillé por saber programar, jajaja. Neta te lo debo a ti… y eso que hace como un año que no programaba y pues ya se me olvidaron varias cosas… pero bueno, sólo es cosa de repasar.

Creo que, como maestro de preparatoria, son dos de los mejores comentarios que nos pueden hacer. El primero pudo haber sido un excelente intento por hacerme la barba. El segundo, lo siento un poco más genuino. De cualquier forma, no dejan de hacerme sentir que mi esfuerzo como maestro rinde frutos, quizás no a todos los alumnos, pero sí a los que deciden tomar en serio mi clase.