sábado, noviembre 22, 2008

Palabras

 

El pensamiento es una nube que llueve palabras
       Mirta Ruiz.

El día de ayer, tuve una sesión con mi nueva mentora en mi trabajo. Para mi sorpresa, en vez de utilizar una de las salas de juntas de la oficina, decidió invitarme a comer.

-Sé de un lugar que te va a encantar –me dijo.

No me extrañó en absoluto. Mi mentora es una persona que vive adherida a una taza con café y que se la pasa antojando a toda la oficina de lo que planea hacer para comer el fin de semana, o lo que comió el día anterior. Por lo tanto, acepté la invitación gustoso. Bajamos al centro comercial que se encuentra justo al lado de las oficinas donde trabajamos y me condujo a un pequeño restaurant llamado “Un lugar de La Mancha”. En la entrada, se encontraba el logotipo de un Quijote, sosteniendo una clave de sol y abriendo un libro.

mancha

Para mi sorpresa, no sólo se trataba de un restaurant para pasar un rato agradable, sino que también era la entrada a una librería y tienda de regalos para escritores. Además de un surtido bastante interesante de libros, había sellos de lacre, libretas de piel con hojas de papel de algodón, velas, plumas de faisán, tintas perfumadas, papelería fina y demás kits de escritura. Por un momento, recordé los tiempos en los que solía escribirles cartas a mano a mis familiares en Costa Rica, a mis amigos, a mi novia… Poco a poco, la magia de la tinta fresca sobre el papel fue reemplazada por teclados, pantallas y correos electrónicos.

Nos sentamos en una mesa al fondo del establecimiento que, desgraciadamente, helaba cada vez que abrían la puerta hacia la terraza. Fuera de eso, nos la pasamos bastante bien. Pedimos unas ensaladas y platicamos un rato de clientes, de procesos, de mejores prácticas y, por supuesto, de la charla habitual que no puede faltar en ese tipo de ambientes. Al terminar, nos dirigimos irremediablemente hacia los entrepaños de madera y estuvimos varios minutos admirando los libros que producían ese olor a tinta fresca y a pegamento de encuadernación que tanto me gusta. De no ser porque este mes tuve que pagar un sin fin de deudas, habría comprado la mitad de esa tienda (esperemos que la siguiente quincena llegue pronto…). Recordé que Javier Velasco, en una de sus entrevistas, afirmó que para él, el proceso de la escritura debía ser a mano. Afirmaba, con aires de alarde, que cuando él escribía, lo hacía con una pluma fuente sobre hojas de papel blanco y que, al finalizar el día, le gustaba sentir la tinta sobre sus manos para sentir la satisfacción de haber concluido un trabajo artesanal. Decía que le gustaba tachar para ver en vivo la evolución de su creación. En su momento, me pareció una medida algo bestial y primitiva, pues me he acostumbrado a escribir en mi computadora por cuestiones de eficiencia; sin embargo, al estar en esa tienda, uno logra entender la pasión con la que muchos escritores defienden su arte a través de la tinta y el papel.

Posteriormente, tras lamentarme de no haberme comprado ni siquiera un libro para la pila de lecturas que se acumula peligrosamente en mi habitación, me puse a pensar en la maravilla de la literatura. Pensé en que la magia de una buena narrativa, de una anécdota, o incluso de un buen artículo, en parte, radica en el arte de las palabras. A final de cuentas, una palabra no es más que un segmento del discurso. El Diccionario de la Real Academia Española contiene todas las palabras oficiales del español; sin embargo, la verdadera virtud de la escritura consiste en el sentido que se les da a cada una de estas palabras aunado al contexto bajo el cual son escritas o articuladas.

Navegando por Internet, me encontré con una pequeña aplicación llamada Wordle. Esta aplicación te permite agregar un texto y organiza todas tus palabras en una especie de nube en la cual se presentan las palabras que más aparecen en el texto con una fuente más grande. Uno puede configrar colores, fuentes, idiomas, distribución y hasta cantidad de palabras desplegadas. Se me ocurrió, por tanto, copiar todas las publicaciones de mi blog y encontrar cuáles son las doscientas palabras que más utilizo. El resultado se muestra a continuación:

wordle

Revisando un poco el contenido de mi bitácora, podemos ver que la palabra que más uso es “blog”. Probablemente, por la importancia que ha adquirido para mí el estar publicando por este medio. Podemos ver palabras como “podcast”, “teatro”, “trabajo” y “alumnos” también ocupan un lugar especial en mi vocabulario. Hay muchas otras palabras cuya fuente radica en muletillas que a veces uso cuando escribo y, principalmente, a un vademécum personal de vocablos limitado.

Me pareció un experimento que vale la pena realizar. A las personas que tengan la obsesión de escribir cotidianamente en bitácoras como yo, las invito a entrar a este sitio y revisar cuál es la distribución de las palabras que usan en la escritura del día a día. Si gustan compartirlas conmigo, por favor no duden en hacerlo.

2 comentarios:

PoNCh dijo...

Me sorprendió un poco no ver las palabras "libros, lectura, leer" un poco más grandes, Inge. Supongo que su tamaño es inversamente proporcional a la gran pila de libros en su habitación jajaja. Un abrazo!

Unknown dijo...

Sí aparecen, inge. Si ve en la parte superior derecha, podrá encontrar la palabra lectura de color rojo y la palabra leer de un azulverde extraño.