lunes, marzo 23, 2009

Ocurrencias de los alumnos. Parte IX

studying 

Esta publicación hace referencia a la entrada anterior (El arte de la guerra).

Cuando se vienen los exámenes bimestrales en la escuela donde trabajo, es muy común que los chicos estén estudiando en clase y que no pongan atención. Al principio, solía enojarme bastante, pues la soberbia inherente del profesor lo hace creer que no hay nada más importante en la vida que lo que está mostrando a los alumnos. Hoy en día entiendo que los chicos desean pasar su calificación y yo mismo a veces estudiaba en clases de otros profesores para los exámenes de Biología o de Historia.

Una vez, encontré a unos chicos estudiando Historia de unas hojas particularmente conocidas. Me acerqué y vi en el encabezado “Todo lo que debería saber de Historia V y no sé” y reconocí de inmediato mi resumen. Es interesante pensar que hoy en día, sigue ayudando a la gente, a mis mismos alumnos.

sábado, marzo 21, 2009

El arte de la guerra

A Chinese bamboo book, open to display the bin...Imagen via Wikipedia

“Conoce al adversario, conócete a ti mismo y el triunfo jamás se verá amenazado.” – Sun Tzu (El arte de la guerra)

 

 

 

Hace no mucho tiempo, estábamos platicando en el trabajo acerca de las pasiones. Yo, evidentemente, platiqué acerca de mi pasión por el teatro y la lectura; otros, mencionaron la pasión por los gadgets, por la comida, por el maquillaje, por las bolsas, por la música… Después de describir un rato cada una de nuestras pasiones, alguien comentó lo siguiente:

-Es extraño, pero antes no realizábamos las actividades que nos gustaban por falta de dinero. Ahora, que ya tenemos un poco más de recursos económicos, no las llevamos a cabo por falta de tiempo.

Me quedé pensando un rato y supongo que debe tener razón. Me recuerdo a mí mismo en la secundaria y en la preparatoria mendigando los centavos para comprar una garra de oso (un tipo de pan) y un café. Inconscientemente, nos volvíamos expertos en conseguir recursos: desde la repentina petición de dinero a nuestros papás a unos cuantos pasos de la puerta de salida, hasta las ventas fortuitas y frugales de accesorios. Me recuerdo a mí mismo, un adolescente de una familia sin demasiados recursos económicos, pensando en la manera más efectiva de conseguir dinero. En aquella época, solía ir al cine todos los fines de semana, y hurtaba los cupones de descuentos de las revistas para que me hicieran un 50% de descuento en taquilla. Aún así, no era una vida sencilla, sobre todo, después de que mi papá perdiera su empleo y tuviéramos que ajustarnos a un presupuesto mucho más limitado, enfocado principalmente en nuestra educación, y excluyendo cualquier tipo de entretenimiento.

Se acercaba el verano de 1999 y yo empezaba a prepararme para los exámenes finales que debía presentar. Acabábamos de adquirir una nueva computadora con Windows 98 y yo pasaba más tiempo jugando y navegando por Internet que estudiando. Afortunadamente, nunca tuve problemas con mis calificaciones. Siempre conseguí un promedio decentemente alto y mis papás nunca tuvieron la oportunidad de quejarse al respecto. A pesar de esto, el simple hecho de prepararme para un examen de Biología, me ponía la piel de gallina. Debo aceptarlo, a pesar de que tuve un promedio inmejorable en materias como Matemáticas y Computación, la Biología y la Historia siempre rondaron en mis pesadillas de estudiante. Así, pues, decidí aprovechar el tiempo que de por sí ya pasaba frente a la computadora en el arduo estudio de la ciencia de la vida. Abrí Word y puse, como encabezado “Todo lo que debería saber de Biología II y no sé.” Saqué todos mis apuntes, el Helena Curtis, y el material de la clase y de los laboratorios, y me dispuse a realizar la ardua tarea de elaborar un resumen anual de Biología. Inserté tablas, busqué esquemas, escaneé figuras, creé un índice, un glosario y lo ajusté a un formato particular y lo llené de notas al pie de lo que había platicado la maestra. Mis conocimientos de Biología y de Word crecieron estratosféricamente en esas semanas de trabajo incesante.

Una vez impreso, lo contemplé un rato. Estaba orgulloso de mi hazaña. Consideré en varias ocasiones engargolarlo para que se viera un poco más formal, pero el simple hecho de ver el conjunto de hojas de papel elaboradas, compiladas, y diseñadas por mí, me parecía maravilloso.

En esas épocas, solía ayudarle a un amigo a estudiar para sus exámenes de Matemáticas y de Física. Venía a mi casa, comíamos, nos escapábamos un momento al cine, y estudiábamos toda la noche. En una de esas sesiones de estudio, mi amigo encontró mi resumen de Biología. Lo hojeó un rato y, al terminar, lo puso de nuevo sobre la mesa y me dijo:

-Te lo compro.

Sacó de su billetera un billete de doscientos pesos y me lo entregó. En los segundos que siguieron, mi cabeza estuvo dando vueltas una y otra vez sobre el acontecimiento que acababa de ocurrir. Era la forma perfecta de ganar dinero para el verano. A final de cuentas, había otros cien alumnos que iban a presentar ese y otros exámenes finales.

Dediqué el resto de mi tiempo libre a sacar resúmenes de más materias. Primero, sacaba los resúmenes de las materias que yo mismo iba a presentar en examen ordinario, para que me sirviera también de estudio. Pronto, terminé con más materias y tenía un catálogo bastante amplio para vender. Apartaba pedidos y unos tres días antes del examen, entregaba todos los resúmenes. Conseguía impresiones gratis en la oficina de mi papá y la ganancia se iba íntegramente a mi bolsillo. Con eso me pagué viajes, cine, teatro, comidas, juegos y demás actividades adolescentes.

Aparte de las retribuciones económicas que, en esa época, parecían ser las más importantes, lo que me dejó esta actividad fue un gusto extraño por hacer resúmenes en la computadora. Los seguí haciendo durante la preparatoria y la universidad, aunque no siempre los vendí. En la universidad, normalmente se los pasaba a mis amigos más cercanos sin costo alguno.

Hace unos cuantos meses, mi mentor en mi trabajo actual me pidió que leyera un libro. Se trata de El arte de la guerra, de Sun Tzu. Se trata, tal vez, del tratado más importante sobre las confrontaciones militares de Oriente. No se sabe a ciencia cierta si en verdad existió este autor o si es una compilación de varios tratados de otros líderes chinos. Se tiene una teoría muy parecida que en el caso de Pitágoras y los pitagóricos, donde Pitágoras no es mas que un pseudónimo de varios pensadores.




The Art Of War: Sun Tzu: Books

ISBN: 1599869772
ISBN-13: 9781599869773


Recientemente, se ha utilizado este libro en cursos de administración enfocados a la gestión de conflictos y la cultura corporativa, razón por la cual llegó este libro a mis manos.

Francamente, pensé que no me iba a gustar. Suelo no ser muy afecto a este tipo de visiones, aunque debo aceptar que, después de haberlo leído, tengo una nueva perspectiva cada vez que entro a una negociación con un cliente o un conflicto cotidiano. No estoy totalmente de acuerdo con todo lo que se describe en este libro, pues hay ciertos aspectos muy localizados en la cultura oriental antigua.

El punto es que, una vez que tuve el libro en mis manos, volví a abrir una instancia de Word e hice lo que hacía tiempo no hacía: un pequeño resumen del libro con mis impresiones anotadas. Por si alguien quiere enterarse, les comparto el archivo.

Reblog this post [with Zemanta]