domingo, enero 17, 2010

La fotografía de la semana. Parte VIII (Es hora…)

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Hace poco, leí un artículo en el que decía que las nuevas generaciones ya no usaban reloj de pulsera. Me detuve un momento y miré el marcado cambio de tonalidad en la piel que rodea a mi muñeca derecha desde hace ya varios años y decidí que existen dos alternativas: o mi generación ya no es considerada como una “nueva generación,” o sigo siendo uno de esos especímenes raros que siguen usando reloj en la muñeca (desafortunadamente, las dos alternativas no son excluyentes…). Ciertamente, desde muy pequeño, me llamó considerablemente la atención eso de los relojes. Tal vez fue una de esas manías que se pasan de padre a hijo, pero la realidad es que es difícil que yo salga a la calle sin mi reloj. Me siento raro cuando, por descuido, lo dejo en mi mesa de noche. A lo largo de los años, se ha convertido en uno de esos accesorios que ya forman parte de mí. Mi primer reloj fue uno amarillo con una carátula de las ardillas Chip y Dale. Habré tenido unos cinco o seis años cuando mis papás me compraron tal artículo. Todavía debe estar ahí, entre los cajones llenos de recuerdos semejantes.

Así, me puse a pensar acerca del verdadero uso que le doy a mi reloj, fuera de ser un objeto que cargo conmigo cual ritual. Ciertamente, es rara la ocasión en la que subo mi brazo derecho a la altura de mis ojos y consulto la hora actual. Gran parte del día, la paso ya sea en el coche o trabajando con una computadora. En ambos lugares, tengo un reloj digital que me proporciona la hora exacta. Incluso, cuando me encuentro en tránsito por la calle, en ocasiones me es más sencillo consultar la hora de mi celular que la hora del reloj que llevo puesto.

La fotografía de esta semana se trata del reloj que se encuentra en la parte superior de Galerías Insurgentes. Esta fotografía fue tomada desde adentro del centro comercial y, a veces, cuando paso por ahí, me gusta quedarme a admirar semejante estructura que, al igual que mi reloj de pulsera, tiene un propósito más estético que práctico. Mientras tomaba la fotografía, adelante de mí, una señora le preguntó a su marido la hora y el señor, en vez de subir la mirada unos cuantos grados hacia el reloj, sacó su celular, presionó un botón y le contestó, “son las 2:18.”

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