domingo, mayo 24, 2009

Ocurrencias de los alumnos. Parte X

Bruno Imagen de Alex France

Se acerca peligrosamente el fin de cursos y con él, también llega el sentimentalismo de aquellos alumnos que cursan su último año en la escuela. Esto se suma a que muchos de ellos están intentando exentar las materias y tratan de ocupar cualquier recurso en sus manos con tal de no presentar un examen final. Sea la razón que sea, siempre es agradable recibir ciertos comentarios como profesor que indican que uno está haciendo un buen trabajo.

Hace un par de semanas, se acercó una alumna al final de la clase y me entregó un pequeño paquete de plástico que contenía un pequeño separador de piel con la siguiente frase que clama ser de Einstein: “Sólo una vida vivida para los demás vale la pena vivirla.” Del otro, venía adherida con cinta adhesiva, un pequeño trozo de papel finamente cortado con un mensaje impreso. Decía: “Los maestros que dejaron huella en mi vida son:” y luego ponía una lista de 12 maestros que oscilaban desde el Kindergarten, hasta el Bachillerato, todos en orden cronológico. El último maestro de esa lista era yo estaba resaltado con tinta roja. Al lado, se apreciaban unas imágenes de unas huellas que caminaban torpemente hacia la lista. Finalizaba la nota con un agradecimiento y su firma.

Afortunadamente para mi ego, esta alumna no necesitaba ni una sola décima de más para pasar el bimestre y, mucho menos, para exentar el año. No es el mismo caso de otro alumno que me escribió una pequeña nota en el mismo correo en el que entregaba su última tarea del ciclo escolar. Sin embargo, este alumno nunca ha sido un adulador barato, de los que empiezan a recordarte cuánto necesitan para exentar en cuanto se aproxima el último bimestre. Al contrario; cuando di calificaciones la semana pasada, se mostró muy de acuerdo con su nota, a pesar de que significaba que tendría que presentar examen final. Comparto los comentarios que me envió por correo electrónico, ligeramente editados:

Que onda Ruy, aparte del chat te quiero agradecer el haberte entregado todo este año a nosotros, los ineptos de Área I. Sé que es difícil, y de verdad te admiro por todo lo que haces por nosotros. No es fácil dar clases y trabajar al mismo tiempo, y debe de ser muy desgastante, pero aún así diste tu 110% por nosotros y trataste de enseñarnos lo mejor posible. Por eso y muchas otras cosas, como tu paciencia, tu perseverancia y no dejarnos abandonados, te doy las gracias. Fue un excelente curso de computación, en el que no solamente aprendí, sino que también me divertí bastante.
Que te sea leve la vida Ruy, te voy a extrañar como maestro.

En definitiva, es el tipo de comentarios que hacen que, cuando uno se vuelve a ver la pila interminable de exámenes por calificar, nos armemos de valor e iniciemos con la tortuosa tarea, ya que, a final del día, suele dar frutos muy valiosos

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sábado, abril 25, 2009

Mentiras

mentiras1 “Yo que he dejado todo por seguirte a ti
Y te he dado mucho más que a nadie di
Te he entregado de mi vida lo mejor
Y hoy me llamas y me dices simplemente adiós.

Mentiras… Mentiras.”
-Alejandro Jaen (Mentiras)

Cuando era pequeño y mi mamá se hartaba de tenerme en la casa, cuando ella se asustaba de la pila de juguetes tirados que crecía vertiginosamente alrededor de mi cama, cuando se hartaba de que su hijo brincara violentamente en los sillones de la sala, decidía sacarme a pasear con el pretexto de que debíamos “salir a tomar el sol.” En ocasiones, íbamos al parque, o comprábamos un helado, o caminábamos por lo que hoy es Galerías Insurgentes. Irremediablemente, nos sentábamos frente a la fuente de Liverpool Insurgentes y esperábamos a que dieran las seis, pues, justo en ese momento, el reloj que incluso hoy permanece en la fachada de la tienda departamental, daba un espectáculo que, en aquella época, me fascinaba: Todo empezaba con una serie de seis campanadas que, poco a poco, se iban tornando en una pequeña melodía bastante singular. Al mismo tiempo, un conjunto de muñecos (a veces sodados y bailarinas de ballet, a veces personajes de Disney, y a veces payasos) aparecían de una caja de metal que se encuentra en la parte inferior de la estructura. Una vez concluido el espectáculo que esperábamos a diario frente al Liverpool, helado en mano, regresábamos a nuestra casa a levantar el tiradero de juguetes y a descansar del paseo.

Lo que conservo de los años ochenta en mi memoria, se originó en esos paseos pues, recuerdo que me llamaba mucho la atención lo flagrantemente estrafalario de la moda de esa época: desde los flecos que me hacían pensar que esas mujeres estaban viendo la vida a través de una especie de código de barras, hasta las minifaldas de lycra ajustadas, pasando por los zapatos de plataforma, el maquillaje estilo Cats, los cinturones con tachas y las hombreras sin sentido.

mentirasAfortunadamente para la estética y el buen gusto, ya se ve poco de esa moda. Sin embargo, muchas personas que vivieron intensamente esos años ahora tienen cierto poder adquisitivo, y la industria teatral se ha tomado la molestia de explotarlo a través de una puesta en escena bastante interesante, llamada Mentiras.

El fin de semana pasado, tuve la oportunidad de ir a ver esta obra de teatro musical y debo confesar que, a pesar del tema y de las canciones que tanto he odiado a lo largo de mi vida, me gustó mucho el concepto y la adaptación a una obra de teatro. Como sabemos, no es nada sencillo tomar canciones tan populares y entrelazarlas en una historia coherente. Tenemos, por ejemplo, a Bésame Mucho, que intentó hacerlo con el bolero en una obra en la que, si bien se sienten pesadas tantas canciones del mismo estilo, logra hacer una historia medianamente interesante al respecto. Por otra parte, tenemos a Hoy no me puedo levantar, que como concierto de la música de Nacho Cano, está bastante bien; pero como obra teatral es totalmente vomitiva.

mentiras-musical2 Mentiras logra brindar al espectador una historia mucho más coherente que Hoy no me puedo levantar o Bésame mucho. Inicia de una manera que captura al instante a cualquier espectador despistado: con la llamada que anuncia la muerte de alguien. En este caso, cuatro mujeres son convocadas al funeral de un hombre. Al llegar, se dan cuenta de que el difunto caballero había contraído nupcias con dos de estas mujeres, y era amante de las dos restantes. Por si fuera poco, el testamento indica que una de las presentes es responsable de haberlo matado y, entre las cuatro, emprenden una aventura llena de recuerdos (tanto para ellas como para los espectadores) para desenmascarar este asesinato.

Así, emprendemos un viaje a la década de los ochenta, con canciones que para mí fueron, en su mayoría, desconocidas, pero que, alrededor de la audiencia, muchas personas cantaban en coro y aplaudían al ver sus mejores momentos de la infancia y adolescencia, cobrar vida en el escenario. Creo que es sumamente efectiva a la hora de encontrar los lugares comunes de la cultura de esos años, desde abrir los Frutsis desde la parte inferior, hasta una cantidad de telenovelas que formaban parte del día a día de las personas hace veinte años. Faltaron referencias a eventos internacionales, pero siento que el esfuerzo fue hacerla lo más mexicana posible.

untitledLas actuaciones son muy buenas, sobre todo, la de Natalia Sosa,  como niña berrinchuda y como esposa abnegada. Ella se lleva las palmas a la hora de cantar y, en cierta forma, las historias de las demás mujeres giran en torno suya. Desafortunadamente, el único rol masculino es bastante débil y el actor no es demasiado bueno. Cumple con lo mínimo necesario, pero siento que le faltó aportar bastante a la obra.

Un aspecto de la obra verdaderamente notable es la escenografía. A simple vista, se trata de un reproductor de LPs, donde el disco es la plataforma giratoria que cambia el escenario. Por encima, se puede apreciar la aguja que solía recorrer esos discos enormes y que ahora funciona como lámpara. Alrededor, se encuentran varias bocinas, muy al estilo de Hoy no me puedo levantar, pues se encargan de ocultar a la banda (extraño los musicales con orquesta) y partes del escenario. Por otra parte, la tramoya es impactante. Para empezar, cada parte de la escenografía está cuidadosamente colocada y pintada para representar una parte muy particular de la historia. Cada color representa a una mujer y cada posición en el escenario se adecúa a la historia de una manera casi mágica. Los mismos actores funcionan como tramoyistas en ocasiones, pero está tan bien cuidada la dirección escénica que es difícil estar consciente de que lo que está sucediendo no es parte de un recurso práctico en el escenario, y pareciera ser totalmente consistente con las actuaciones y el diálogo. De repente, cada parte de utilería se acomoda para formar una cama, o una oficina, o un bar, una casa, o un baño. El ingenio del diseño de este escenario me llamó mucho la atención. Entiendo que, de esta forma, se ahorra un poco en producción, pero he visto otras obras que, por ahorrar, afectan directamente a la entrega artística. No es el caso de la producción de Mentiras. Finalmente, la iluminación juega un papel muy importante, pues es la que define, al final, la historia que se está contando y es encargada de unir cada una de las piezas del rompecabezas y esclarecer el misterio.

Mentiras

Finalmente, quisiera agregar que la temática de esta obra musical significó mucho para mí en estos momentos. Como algunos de ustedes ya sabrán, me encuentro soltero de nuevo, también debido a una serie de mentiras que ya no pude tolerar. Por lo tanto, a pesar de mi repudio hacia la década de los ochenta, a pesar de mi intolerancia hacia varias de estas canciones, Mentiras representa una obra con la que, hasta cierto punto, me pude identificar, pues trata varias problemáticas inherentemente humanas.

Ayer, justamente, iba pensando en esto mientras caminaba rumbo a mi casa y, justo mientras iba pasando frente a Liverpool Insurgentes, abrupta e inesperadamente, empezaron a tocar las campanadas del reloj de la fachada de la tienda. Me detuve un rato, esperando a que salieran los muñecos bailando y recordando mis días de infancia en los que no tenía más preocupaciones que estar ahí, en ese momento, apreciar el breve espectáculo, y terminarme mi helado. Creo que extraño esos tiempos; sin embargo, creo que ahora me divierto y aprendo mucho más. Cosas de la vida…

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lunes, marzo 23, 2009

Ocurrencias de los alumnos. Parte IX

studying 

Esta publicación hace referencia a la entrada anterior (El arte de la guerra).

Cuando se vienen los exámenes bimestrales en la escuela donde trabajo, es muy común que los chicos estén estudiando en clase y que no pongan atención. Al principio, solía enojarme bastante, pues la soberbia inherente del profesor lo hace creer que no hay nada más importante en la vida que lo que está mostrando a los alumnos. Hoy en día entiendo que los chicos desean pasar su calificación y yo mismo a veces estudiaba en clases de otros profesores para los exámenes de Biología o de Historia.

Una vez, encontré a unos chicos estudiando Historia de unas hojas particularmente conocidas. Me acerqué y vi en el encabezado “Todo lo que debería saber de Historia V y no sé” y reconocí de inmediato mi resumen. Es interesante pensar que hoy en día, sigue ayudando a la gente, a mis mismos alumnos.

sábado, marzo 21, 2009

El arte de la guerra

A Chinese bamboo book, open to display the bin...Imagen via Wikipedia

“Conoce al adversario, conócete a ti mismo y el triunfo jamás se verá amenazado.” – Sun Tzu (El arte de la guerra)

 

 

 

Hace no mucho tiempo, estábamos platicando en el trabajo acerca de las pasiones. Yo, evidentemente, platiqué acerca de mi pasión por el teatro y la lectura; otros, mencionaron la pasión por los gadgets, por la comida, por el maquillaje, por las bolsas, por la música… Después de describir un rato cada una de nuestras pasiones, alguien comentó lo siguiente:

-Es extraño, pero antes no realizábamos las actividades que nos gustaban por falta de dinero. Ahora, que ya tenemos un poco más de recursos económicos, no las llevamos a cabo por falta de tiempo.

Me quedé pensando un rato y supongo que debe tener razón. Me recuerdo a mí mismo en la secundaria y en la preparatoria mendigando los centavos para comprar una garra de oso (un tipo de pan) y un café. Inconscientemente, nos volvíamos expertos en conseguir recursos: desde la repentina petición de dinero a nuestros papás a unos cuantos pasos de la puerta de salida, hasta las ventas fortuitas y frugales de accesorios. Me recuerdo a mí mismo, un adolescente de una familia sin demasiados recursos económicos, pensando en la manera más efectiva de conseguir dinero. En aquella época, solía ir al cine todos los fines de semana, y hurtaba los cupones de descuentos de las revistas para que me hicieran un 50% de descuento en taquilla. Aún así, no era una vida sencilla, sobre todo, después de que mi papá perdiera su empleo y tuviéramos que ajustarnos a un presupuesto mucho más limitado, enfocado principalmente en nuestra educación, y excluyendo cualquier tipo de entretenimiento.

Se acercaba el verano de 1999 y yo empezaba a prepararme para los exámenes finales que debía presentar. Acabábamos de adquirir una nueva computadora con Windows 98 y yo pasaba más tiempo jugando y navegando por Internet que estudiando. Afortunadamente, nunca tuve problemas con mis calificaciones. Siempre conseguí un promedio decentemente alto y mis papás nunca tuvieron la oportunidad de quejarse al respecto. A pesar de esto, el simple hecho de prepararme para un examen de Biología, me ponía la piel de gallina. Debo aceptarlo, a pesar de que tuve un promedio inmejorable en materias como Matemáticas y Computación, la Biología y la Historia siempre rondaron en mis pesadillas de estudiante. Así, pues, decidí aprovechar el tiempo que de por sí ya pasaba frente a la computadora en el arduo estudio de la ciencia de la vida. Abrí Word y puse, como encabezado “Todo lo que debería saber de Biología II y no sé.” Saqué todos mis apuntes, el Helena Curtis, y el material de la clase y de los laboratorios, y me dispuse a realizar la ardua tarea de elaborar un resumen anual de Biología. Inserté tablas, busqué esquemas, escaneé figuras, creé un índice, un glosario y lo ajusté a un formato particular y lo llené de notas al pie de lo que había platicado la maestra. Mis conocimientos de Biología y de Word crecieron estratosféricamente en esas semanas de trabajo incesante.

Una vez impreso, lo contemplé un rato. Estaba orgulloso de mi hazaña. Consideré en varias ocasiones engargolarlo para que se viera un poco más formal, pero el simple hecho de ver el conjunto de hojas de papel elaboradas, compiladas, y diseñadas por mí, me parecía maravilloso.

En esas épocas, solía ayudarle a un amigo a estudiar para sus exámenes de Matemáticas y de Física. Venía a mi casa, comíamos, nos escapábamos un momento al cine, y estudiábamos toda la noche. En una de esas sesiones de estudio, mi amigo encontró mi resumen de Biología. Lo hojeó un rato y, al terminar, lo puso de nuevo sobre la mesa y me dijo:

-Te lo compro.

Sacó de su billetera un billete de doscientos pesos y me lo entregó. En los segundos que siguieron, mi cabeza estuvo dando vueltas una y otra vez sobre el acontecimiento que acababa de ocurrir. Era la forma perfecta de ganar dinero para el verano. A final de cuentas, había otros cien alumnos que iban a presentar ese y otros exámenes finales.

Dediqué el resto de mi tiempo libre a sacar resúmenes de más materias. Primero, sacaba los resúmenes de las materias que yo mismo iba a presentar en examen ordinario, para que me sirviera también de estudio. Pronto, terminé con más materias y tenía un catálogo bastante amplio para vender. Apartaba pedidos y unos tres días antes del examen, entregaba todos los resúmenes. Conseguía impresiones gratis en la oficina de mi papá y la ganancia se iba íntegramente a mi bolsillo. Con eso me pagué viajes, cine, teatro, comidas, juegos y demás actividades adolescentes.

Aparte de las retribuciones económicas que, en esa época, parecían ser las más importantes, lo que me dejó esta actividad fue un gusto extraño por hacer resúmenes en la computadora. Los seguí haciendo durante la preparatoria y la universidad, aunque no siempre los vendí. En la universidad, normalmente se los pasaba a mis amigos más cercanos sin costo alguno.

Hace unos cuantos meses, mi mentor en mi trabajo actual me pidió que leyera un libro. Se trata de El arte de la guerra, de Sun Tzu. Se trata, tal vez, del tratado más importante sobre las confrontaciones militares de Oriente. No se sabe a ciencia cierta si en verdad existió este autor o si es una compilación de varios tratados de otros líderes chinos. Se tiene una teoría muy parecida que en el caso de Pitágoras y los pitagóricos, donde Pitágoras no es mas que un pseudónimo de varios pensadores.




The Art Of War: Sun Tzu: Books

ISBN: 1599869772
ISBN-13: 9781599869773


Recientemente, se ha utilizado este libro en cursos de administración enfocados a la gestión de conflictos y la cultura corporativa, razón por la cual llegó este libro a mis manos.

Francamente, pensé que no me iba a gustar. Suelo no ser muy afecto a este tipo de visiones, aunque debo aceptar que, después de haberlo leído, tengo una nueva perspectiva cada vez que entro a una negociación con un cliente o un conflicto cotidiano. No estoy totalmente de acuerdo con todo lo que se describe en este libro, pues hay ciertos aspectos muy localizados en la cultura oriental antigua.

El punto es que, una vez que tuve el libro en mis manos, volví a abrir una instancia de Word e hice lo que hacía tiempo no hacía: un pequeño resumen del libro con mis impresiones anotadas. Por si alguien quiere enterarse, les comparto el archivo.

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domingo, enero 18, 2009

Nuevo proyecto: podcast

Podcast BearDespués de estar totalmente inmersos en toda esta nueva ola de tecnología orientada a la Web 2.0, se nos ocurrió a un amigo y a mí, que podríamos intentar hacer un podcast. Dada la naturaleza tecnológica de ambos, intentaríamos orientarlo hacia esa área. Sin embargo, quisiera saber si alguien tiene alguna opinión, consejo, recomendación, consulta, juicio, razonamiento, criterio, apreciación, valoración, impresión, idea, o suposición que crea que nos pueda servir. De quererla compartir con nosotros, apreciaríamos nos la envíen a mi correo electrónico o por este medio. Los mantendré informados de cualquier actualización de este proyecto. ¡Gracias!

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viernes, diciembre 26, 2008

Attend the Tale of Sweeney Todd

sweeney todd “Attend the tale of Sweeney Todd.
His skin was pale and his eye was odd.
He shaved the faces of gentlemen
who never thereafter were heard of again.
He trod a path that few have trod
did Sweeney Todd
the demon barber of Fleet Street.”

Stephen Sondheim (Sweeney Todd)

Se acerca precipitadamente el final del año y creo que es un buen momento de reseñar a una de las mejores películas que vi en el 2008. Para empezar, es un musical; eso para mí es una ventaja innegable dentro del género fílmico y teatral. Otro interesante motivo por el cual decidí darle una oportunidad a una película claramente de terror y suspenso que, como ustedes sabrán, es uno de los géneros que tiendo a evitar, es que fue ideada por Stephen Sondheim. Con éxitos como Company, Into the Woods y West Side Story, Sondheim se ha ganado mi respeto como uno de los mejores compositores y letristas de este género teatral. Finalmente, una mancuerna tan probadamente efectiva como Tim Burton y Johnny Depp es, sin lugar a dudas, un evento que uno no debe perderse.

Estoy convencido de que las personas encargadas de clasificar las películas en México, al leer el título Sweeney Todd, the Demon Barber of Fleet Street y al ver el póster promocional, no dudaron mucho en ponerle clasificación C (para mayores de 18 años). A pesar de que conozco a varios mayores de 18 años con madurez limitada, entiendo el porqué de esta decisión: es una película, por demás, violenta. Esa vez, a principios de año, mi novia y yo llegamos al cine decididos a ver Sweeney Todd. Desafortunadamente para nosotros, mi novia aparenta mucho menos edad de la que en verdad tiene, así que, a la entrada de la sala de proyección, un imberbe adolescente, siguiendo las indicaciones de su trabajo al pie de la letra, decidió pedirle identificación a mi novia quien, como es costumbre, no la llevaba. Fui a comprar golosinas a la dulcería para hacer un poco de tiempo y, al regresar a la fila, tras mi espalda, mi novia se escabulló silenciosamente hacia la sala en lo que cortaban nuestros boletos. Creo que al final, el joven empleado de Cinépolis sí se dio cuenta de que nos habíamos pasado sin su aprobación, pero dudo que le haya dado mucha importancia, sobre todo si sabía el tipo de película que estábamos a punto de ver.

La película empieza con una obertura musical. Tim Burton es muy afecto a este tipo de inicios. Aprovecha una instrumentación compleja para hacer un viaje introductorio de sus películas. Este mismo recurso lo ha utilizado en Charlie and the Chocolate Factory, The Planet of the Apes, Sleepy Hollow, y sus películas de Batman, entre otras. Por tanto, desde hacía mucho tiempo, sabemos que Tim Burton es un aficionado de un buen inicio musical, sin mencionar que algunas de sus películas ya han sido musicales en sí. Hasta ese momento, todo pintaba bien.

Algo que sobresale bastante en esta película es la manera con la que Tim Burton presenta a sus personajes. Cada una de estas introducciones espontáneas nos da una muy buena idea del entorno del personaje y nos deja ver, poco a poco, su importancia en la trama. Johnny Depp aparece de la niebla a bordo de un barco que arriva lentamente a Londres. En ese momento, Anthony empieza a cantar acerca de sus viajes y de lo que espera ver en Londres. En este punto de la película, recuerdo haber visto a varias personas volverse a ver entre sí sorprendidos. Evidentemente, no esperaban un musical. No tardaron mucho tiempo en salirse molestos de la sala. Definitivamente, este género no es para todos.

Uno de los momentos más memorables de la película se encuentra casi al principio: después de la primera canción, la cámara lleva al público a un vertiginoso viaje a través del Londres del siglo XVIII, muy parecido a lo que alguna vez hizo Baz Luhrmann en Moulin Rouge, también al principio.

Justo después de esto, aparece uno de los personajes más notables del musical: Mrs. Lovett quien, en la película, es interpretado por Helena Bonham Carter, esposa del director. Sólo hace falta ver la figura y el aspecto de Helena para entender dos cosas: porqué fue la mejor opción para interpretar a Mrs. Lovett y mrs lovettporqué Tim Burton la eligió para ser su esposa. Para empezar, tiene una expresión digna de una mujer trabajadora e implorante, perfecta para desear el éxito profesional y para desear un amor imposible. Además, tiene una de esas sensualidades extrañas, como una Christina Ricci mucho más madura. Esto, aunado a un muy buen maquillaje que demacra su rostro, un personaje cuidadosamente escrito y una interpretación ingeniosamente grácil y espontánea, hace que Mrs. Lovett sea uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos. Su primera canción la introduce en la historia de una manera muy peculiar. Aparece envuelta en harina cantando The Worst Pies in London, cancion que viola todos los principios habidos y por haber de la mercadotecnia de una manera flagrantemente ingeniosa y tierna. Entendemos, desde este punto, que Mrs. Lovett será el personaje encargado de solventar los momentos de mayor drama con un poco de humor. El único problema evidente de Helena Bonham Carter es que no canta. Se nota a primera vista que la decisión artística de los directores y productores fue conseguir actores que pudieran cantar, no cantantes que pudieran actuar. Ella es un claro ejemplo de esto, pues en varias ocasiones, la canción y la música la sobrepasan. A pesar de este tipo de situaciones, creo que no son suficientes como para decir que Helena hubiera sido una mala opción para el personaje. Por el contrario, siento que, si bien no es la mejor cantante de la película, su interpretación y la dirección de su marido rescatan al personaje.

johnny depp sweeney todd Johnny Depp es uno de esos actores a los que uno es capaz de confiarle cualquier personaje. Incluso, no es difícil verlo como un barbero hambriento de una venganza sangrienta. Su interpretación es verdaderamente impecable. A pesar de que tampoco es un gran cantante, es capaz de salir adelante con la música de Stephen Sondheim y rinde un tributo totalmente aceptable a las canciones de este musical. En él, también es necesario resaltar el buen trabajo que hizo el equipo de maquillaje con su rostro y su cabello. Es un personaje realmente difícil desde el punto de vista histriónico y musical. En varias adaptaciones de esta historia, la persona que interpreta a Sweeney Todd tiene la opción de llevar al personaje por dos rumbos distintos: en el primero, le da una oportunidad a Mrs. Lovett y se muestra ligeramente interesado en una relación con ella; en otras ocasiones, el actor decide ser totalmente apático a todos los intentos seductores de Mrs. Lovett. Johnny Depp claramente tomó el segundo camino. Se entiende, sobre todo cuando nos ponemos a pensar que Mrs. Lovett está siendo interpretada por la esposa del director. Me dio mucha gracia la escena en que Johnny y Helena tienen que besarse, pues podía imaginarme perfectamente a Tim Burton atrás rogando por que saliera esa escena a la primera.

El resto del reparto me parece también bien elegido, aunque parece sacado íntegramente de la serie de Harry Potter. Alan Rickman como el Juez Turpin es una opción bastante natural, sobre todo al pensar que su rostro ha sido mundialmente estigmatizado como el villano gracias a su interpretación de Snape. Timothy Spall hace exactamente el mismo personaje malévolo, pretencioso y sumiso que interpreta en Harry Potter y en Encantada; creo que ya tiene perfeccionado a ese personaje. La breve aparición de Sacha Baron Cohen como Pirelli es magnífica. Hace un personaje cuyo único objetivo es de dar un poco de lástima por la clara burla que se le hace a través de su canción, de su vestuario y su diálogo, y es el encargado de enfrentar a Sweeney Todd consigo mismo para dar lugar a la parte interesante del resto de la película: los asesinatos.

Lo único que le he criticado ampliamente a esta película, y a la obra de teatro original, es el romance que hay entre Johanna y Anthony. Me parece un romance meramente utilitario para aumentar la tensión hacia el final de la historia. Incluso, la canción que canta Anthony bajo el balcón de Johanna no evoca ningúna seducción. Por el contrario, recuerdo haber escuchado numerosas risas de lo ridículo que aparenta ser en un primer plano. Entiendo la necesidad de esos dos personajes, pero siento que deberíamos conocer un poco más del trasfondo de ambos para que su romance tenga más sentido.

Existe otra versión de este musical interpretado por George Hearn como Sweeney Todd y Angela Lansbury como Nellie Lovett. Se trata de la filmación de la versión escénica de Sweeney Todd en Los Ángeles. Esta interpretación le valió a Angela Lansbury un Tony como mejor Actriz en un Musical en 1979. Hace poco, tuve la oportunidad de adquirir esta versión en DVD y debo decir que me agradó bastante.

sweeneytodd lansbury

Aparte de la música y de las canciones que sobresaltan al espectador de cualquier adaptación de este musical, aquí sobresalen tanto la actuación de Angela Lansbury, como la dirección de escena y la escenografía. Lansbury retrata a una Mrs. Lovett mucho más audaz, mucho más enamorada, y mucho más graciosa que en la versión de Tim Burton. Por otra parte, escena con escena, los actores de reparto son los encargados de armar la compleja escenografía. Una vez armada, se inmovilizan por completo y se integran a las casas, los puentes y demás. Esta versión muestra a mayor detalle escenas como el enamoramiento entre Johanna y Anthony e, incluso, tiene una canción enteramente dedicada a la silla que usará Sweeney Todd en el futuro para ejecutar a sus víctimas.

Otra adaptación que vale la pena mencionar es la producción de 2005, donde se re-imaginó el concepto de este musical. Lo interesante de esta versión es que los actores son, al mismo tiempo, parte de la orquesta. Por lo tanto, podemos ver al actor que interpreta a Pirelli tocando el piano, el acordeón y la flauta; al Bedel con el piano y la trompeta; al Juez Turpin tocando la trompeta y las percusiones; a Lucy Barker con el clarinete; a Anthony con el vilonchelo y el piano; a Johanna con el violonchelo; a Tobías con el violín, el clarinete, y el piano; a Mrs. Lovett con la tuba y las percusiones; a Sweeney Todd con la guitarra.

main

Independientemente de la versión que sea, creo que el trabajo de Stephen Sondheim debe ser tomado en cuenta como un hito importante en la historia del teatro musical. Esta tragedia victoriana, aunque no ha recaudado los millones en taquilla, sí provoca diversas emociones en el público a través de una composición brillante, normalmente equilibrada entre buenas orquestaciones y buenas direcciones. Es la historia de un monstruo que clama venganza, tema que, como sabrán, suele atraerme bastante, mucho más en este formato. Me encantaría saber las impresiones que tengan los lectores de este blog con respecto a este musical y a la historia en general de Sweeney Todd.

Calificación: 95/100

domingo, noviembre 30, 2008

El hombre grisáceo

Al finalizar cada mes fiscal, es mi responsabilidad registrar todas las horas que ocupé en atender a cada uno de mis clientes. Con base en ese reporte de utilización, se irá devengando mi trabajo, esfuerzo y dedicación. Por lo tanto, debo ser extremadamente minucioso en el registro de mis horas. Cada minuto cuenta y ésta es la única forma con la cual puedo demostrar que trabajé correctamente a lo largo del mes. De esta forma, cada mes abro una herramienta y empiezo a registrar x minutos para el cliente 1, y minutos para el cliente 2, z minutos para el cliente 3, y así hasta que termino por registrar todas mis actividades. Es una actividad monótona y cansada, pues si la realizo el último día del mes, la herramienta se vuelve muy lenta, pues todos mis colegas, incluso a nivel internacional, están utilizándola al mismo tiempo para registrar sus horas. Al finalizar, cuando reviso el reporte final y veo que cumplí con todas las horas que debí haber trabajado, suelo tener uno de esos sentimientos de orgullo personal debido a mi productividad mensual.

Ayer, mientras finalizaba mi registro de actividades mensuales y al ver el reporte consolidado, me acordé de una novela que leí en la primaria. El título de esta maravillosa novela escrita por Michael Ende es Momo.




Momo: Michael Ende: Books

ISBN: 3522177509
ISBN-13: 9783522177504


Momo es la historia fantástica de una niña que emprende una aventura totalmente atípica para regresar el tiempo a las personas. En su hazaña, Momo es guiada por una tortuga de nombre Cassiopea hacia el recinto del profesor del tiempo, ingeniosamente llamado Secundus Minutus Hora.

A lo largo de la novela, nos encontramos con unos personajes que vale la pena mencionar: los hombres grises. Estos seres monótonos, decolorados, uniformes y apresurados dependen del tiempo de los demás para existir. Primero, se encargan de convencer a las personas de que es necesario que empiecen a ahorrar tiempo; después, el tiempo ahorrado lo transforman en puros y pasan su existencia, literalmente, fumándose el tiempo de los demás.

Momo1

¿Cuántas veces nos quejamos amargamente de que no tenemos tiempo? Vivimos en un mundo en el que, cual hombres grises, necesitamos realizar nuestras actividades de la manera más rápida con la esperanza de abarcar un rango más amplio de tareas. La pregunta esencial, empero, es si el hecho de querer incluir tantas cosas en un tiempo menor no nos estará privando de realizar todas las actividades por las cuales estamos ahorrando tiempo.

Quisiera compartir un pequeño extracto de la novela:

En el espejo había ahora la siguiente suma:
sueño                          441 504 000 segundos
trabajo                        441 504 000 segundos
alimentación                 110 376 000 segundos              
madre                           55 188 000 segundos
periquito                        13 797 000 segundos
compra, etc.                  55 188 000 segundos
amigos, orfeón, etc        165 564 000 segundos
secreto                         27 594 000 segundos
ventana                        13 797 000 segundos
total                         1 324 512 000 segundos

–Esta suma –dijo el hombre gris[…]—, esta suma es, pues, el tiempo que ha perdido hasta ahora, señor Fusi

–[…]ahora vamos a ver qué le ha quedado de sus cuarenta y dos años. Un año son treinta y un millones quinientos treinta y seis mil segundos, como sabe. y eso, multiplicado por cuarenta y dos da mil trescientos veinticuatro millones quinientos doce mil. Escribió esa cifra debajo del tiempo perdido:

  1 324 512 000 segundos
–1 324 512 000 segundos
  0 000 000 000 segundos

[…]–Éste es, pues –pensaba el señor Fusi, anonadado, –el balance de toda mi vida hasta ahora

Éste era el recurso que usaban los hombres grises cada vez que intentaban convencer a alguien de ahorrar tiempo. Extrañamente, así me sentía el viernes, cuantificando cada uno de los minutos que había trabajado el viernes, a cuentagotas. Claro que, a pesar de que así ha sido mi vida durante el último año, no me atrevería a hacer una cuenta de mis horas utilizadas con situaciones personales, como el tiempo que le dedico a mi familia, a mi novia, al cine, etc.

Por otra parte, no estoy diciendo que el sistema de cobranza de la empresa donde trabajo esté mal. Entiendo por qué es así y, a final de cuentas, estamos dando un servicio que debe poderse medir a través de alguna métrica cuantificable. Entiendo que sea así y entiendo que no se haya encontrado una mejor manera de hacerlo. Simplemente, creo que es necesario el hecho de que los empleados de ésta y otras empresas estemos conscientes del vicio por ahorrar tiempo que podemos adquirir con el tiempo y hagamos todo lo posible por evitar caer en manos de los hombres grises.

Momo 2

Recuerdo la primera vez que leí la novela. Definitivamente, estaba yo muy pequeño como para entender la importancia del mensaje de Michael Ende hacia el público infantil. En esa época, nunca en mi vida me había encontrado con una situación de estrés o en la cual el tiempo se convirtiera en un elemento precioso. Me parecía, por demás, inverosímil. Posteriormente, en la secundaria tuve que leerla para alguna materia. Poco a poco, fui descubriendo que el mensaje de la novela va más allá de un entretenimiento meramente infantil. Posiblemente, ahora sea un buen momento para retomarla y leerla con más calma y más detenidamente.

Me pongo a pensar y siento que he ocupado mi tiempo para ahorrar recursos y no tanto en cosas que solía disfrutar mucho hace no tanto tiempo. Siento que he descuidado actividades como ir al cine, al teatro, escribir en mi blog, en mi novela... Incluso, siento que he descuidado varias amistades. Ser un hombre gris tampoco es sencillo, pero sinceramente, creo que la vida nos puede dar muchas más cosas que el simple estrés del trabajo y de la rutina. El tiempo es un tema delicado, desde la perspectiva en que se observe. Creo que “cuidar el tiempo” debe referirse a procurar que el tiempo no sea una de tus preocupaciones de la vida diaria y aprender a disfrutar lo que tenemos.

Cualquier reflexión adicional es bienvenida.

sábado, noviembre 22, 2008

Palabras

 

El pensamiento es una nube que llueve palabras
       Mirta Ruiz.

El día de ayer, tuve una sesión con mi nueva mentora en mi trabajo. Para mi sorpresa, en vez de utilizar una de las salas de juntas de la oficina, decidió invitarme a comer.

-Sé de un lugar que te va a encantar –me dijo.

No me extrañó en absoluto. Mi mentora es una persona que vive adherida a una taza con café y que se la pasa antojando a toda la oficina de lo que planea hacer para comer el fin de semana, o lo que comió el día anterior. Por lo tanto, acepté la invitación gustoso. Bajamos al centro comercial que se encuentra justo al lado de las oficinas donde trabajamos y me condujo a un pequeño restaurant llamado “Un lugar de La Mancha”. En la entrada, se encontraba el logotipo de un Quijote, sosteniendo una clave de sol y abriendo un libro.

mancha

Para mi sorpresa, no sólo se trataba de un restaurant para pasar un rato agradable, sino que también era la entrada a una librería y tienda de regalos para escritores. Además de un surtido bastante interesante de libros, había sellos de lacre, libretas de piel con hojas de papel de algodón, velas, plumas de faisán, tintas perfumadas, papelería fina y demás kits de escritura. Por un momento, recordé los tiempos en los que solía escribirles cartas a mano a mis familiares en Costa Rica, a mis amigos, a mi novia… Poco a poco, la magia de la tinta fresca sobre el papel fue reemplazada por teclados, pantallas y correos electrónicos.

Nos sentamos en una mesa al fondo del establecimiento que, desgraciadamente, helaba cada vez que abrían la puerta hacia la terraza. Fuera de eso, nos la pasamos bastante bien. Pedimos unas ensaladas y platicamos un rato de clientes, de procesos, de mejores prácticas y, por supuesto, de la charla habitual que no puede faltar en ese tipo de ambientes. Al terminar, nos dirigimos irremediablemente hacia los entrepaños de madera y estuvimos varios minutos admirando los libros que producían ese olor a tinta fresca y a pegamento de encuadernación que tanto me gusta. De no ser porque este mes tuve que pagar un sin fin de deudas, habría comprado la mitad de esa tienda (esperemos que la siguiente quincena llegue pronto…). Recordé que Javier Velasco, en una de sus entrevistas, afirmó que para él, el proceso de la escritura debía ser a mano. Afirmaba, con aires de alarde, que cuando él escribía, lo hacía con una pluma fuente sobre hojas de papel blanco y que, al finalizar el día, le gustaba sentir la tinta sobre sus manos para sentir la satisfacción de haber concluido un trabajo artesanal. Decía que le gustaba tachar para ver en vivo la evolución de su creación. En su momento, me pareció una medida algo bestial y primitiva, pues me he acostumbrado a escribir en mi computadora por cuestiones de eficiencia; sin embargo, al estar en esa tienda, uno logra entender la pasión con la que muchos escritores defienden su arte a través de la tinta y el papel.

Posteriormente, tras lamentarme de no haberme comprado ni siquiera un libro para la pila de lecturas que se acumula peligrosamente en mi habitación, me puse a pensar en la maravilla de la literatura. Pensé en que la magia de una buena narrativa, de una anécdota, o incluso de un buen artículo, en parte, radica en el arte de las palabras. A final de cuentas, una palabra no es más que un segmento del discurso. El Diccionario de la Real Academia Española contiene todas las palabras oficiales del español; sin embargo, la verdadera virtud de la escritura consiste en el sentido que se les da a cada una de estas palabras aunado al contexto bajo el cual son escritas o articuladas.

Navegando por Internet, me encontré con una pequeña aplicación llamada Wordle. Esta aplicación te permite agregar un texto y organiza todas tus palabras en una especie de nube en la cual se presentan las palabras que más aparecen en el texto con una fuente más grande. Uno puede configrar colores, fuentes, idiomas, distribución y hasta cantidad de palabras desplegadas. Se me ocurrió, por tanto, copiar todas las publicaciones de mi blog y encontrar cuáles son las doscientas palabras que más utilizo. El resultado se muestra a continuación:

wordle

Revisando un poco el contenido de mi bitácora, podemos ver que la palabra que más uso es “blog”. Probablemente, por la importancia que ha adquirido para mí el estar publicando por este medio. Podemos ver palabras como “podcast”, “teatro”, “trabajo” y “alumnos” también ocupan un lugar especial en mi vocabulario. Hay muchas otras palabras cuya fuente radica en muletillas que a veces uso cuando escribo y, principalmente, a un vademécum personal de vocablos limitado.

Me pareció un experimento que vale la pena realizar. A las personas que tengan la obsesión de escribir cotidianamente en bitácoras como yo, las invito a entrar a este sitio y revisar cuál es la distribución de las palabras que usan en la escritura del día a día. Si gustan compartirlas conmigo, por favor no duden en hacerlo.

domingo, octubre 26, 2008

Ruy on Twitter

Twitter curve

Imagen de FunnyBiz
 

La primera vez que oí hablar de Twitter, me pareció francamente una babosada, una broma de mal gusto. Considerando que, en general, mis publicaciones en este blog suelen ser, ante todo, extensas, la verdad es que no me llamó la atención el hecho de hacer Microblogging. ¿Por qué alguien querría publicar no más de 140 caracteres? Para empezar, veía en este sistema las siguientes deficiencias:

  1. Falta de recursos literarios: En mensajes tan cortos, no existe lugar para una buena metáfora, una descripción minuciosa, un contexto amplio.
  2. Tiempo de actualización: Con mensajes tan limitados, es necesario publicar muy seguido para crear un público atento.
  3. El morbo: Ya que uno tiene la restricción de la extensión, vi que muchas personas se dedicaban a publicar cada segundo de sus vidas, favoreciendo el morbo de sus seguidores y no tanto la búsqueda de contenidos.
  4. Interrupciones constantes: Al estar siguiendo a un sinnúmero de personas en Twitter, uno se enfrenta a interrupciones constantes. No es por ser cascarrabias, pero en ocasiones, uno sí quiere ponerse a trabajar y no hay nada más irritante que ya tener cierta velocidad del trabajo en cuestión y recibir una interrupción.
  5. El vicio: Desde un principio supe que, en cuanto decidiera subscribirme a este servicio para darle un vistazo, caería en el juego irremediablemente, y no me sería fácil salirme de él.
  6. Falta de imágenes: Entiendo perfectamente que la necesidad de imágenes en las publicaciones es un producto de una sociedad cada vez más orientada a la multimedia, y que el contenido textual debe ser más importante que una fotografía, pero me he dado cuenta de que es más agradable leer en compañía de alguna fotografía o ilustración.

En su momento, recuerdo haberle visto una cantidad mayor de problemas, pero estos seis puntos son los que recuerdo ahora. Por tanto, decidí no darle gran importancia y prescindir del microblogging. Sin embargo, en ningún momento dejé de escuchar Twitter de parte de mis amigos, en los encabezados de las noticias, en cada uno de los blogs a los que estoy subscrito… Me pareció extraño, por ejemplo, que, incluso, varias empresas de renombre estuvieran usando Twitter como herramienta de mercadotecnia. A pesar de aparentar estar muy firme en mi resolución de no usarlo, tenía todavía una curiosidad latente que esperaba el mejor momento para salir a la luz. Muy en el fondo, sabía perfectamente que, ante la más mínima provocación que alimentara mi curiosidad sería suficiente para adentrarme en el mundo del microblogging.

Así pues, la persona encargada de ser la gota que derramó el vaso y que me hizo subscribirme a Twitter fue ni más ni menos, que uno de mis mejores amigos. Originalmente, había pensado que mi psique habría ofrecido mayor resistencia, pero, honestamente, sólo estaba esperando esa minúscula provocación para entrar al sitio, abrir una cuenta, subir mi máscara del Fantasma y empezar a usarlo.

A pesar de que todavía no me queda muy clara la ventaja de usarlo frente a publicar en Blogger, debo admitir que me he divertido bastante desde que me subscribí y bajé TweetDeck. A continuación, les presento las virtudes que he descubierto a lo largo de estos meses en los que he usado Twitter:

  1. Mensajería semi-asíncrona: Definitivamente, una de las características más interesantes de Twitter, es que funciona como un servicio de mensajería que se encuentra, en funcionalidad, en algún punto entre el correo electrónico y la mensajería instantánea. Uno publica los mensajes sin esperar una respuesta determinada, pero alguien que esté subscrito podría responder. Esta característica le agrega cierto misterio al servicio; sin embargo, si uno no es cuidadoso en cuanto a lo que se revela en estas micro-publicaciones, podría implicar un riesgo de seguridad personal.
  2. Un break necesario: A veces, cuando uno ya está a punto de reventar de tanto trabajo, lo que necesita es una pequeña distracción. En estas semanas de trabajo intenso, pude darme cuenta de que, al ser información de gente que me interesa y, al saber que no están esperando una respuesta mía, era bastante agradable ver llegar las publicaciones de las personas a las que estoy subscrito.
  3. Alcance: Me agrada poder seguir a gente a la que admiro. He encontrado a autores de libros, de podcasts, y demás personalidades que suelen tener cosas interesantes qué decir, o qué compartir.
  4. Noticias: Tengo entendido que este servicio también se puede usar para seguir de cerca algún evento. No he usado a Twitter de esta forma, pero parece ser que mucha gente prefiere unirse a un hilo de conversación en Twitter que prender la televisión o el radio.
  5. Compilación de ideas para blog: No sé si sea para escudar el hecho de que ya casi no publico en mi blog, pero siento que la publicación de mensajes en Twitter, la manera en la que la gente responde y complementa las ideas y la apertura de un foro breve, permitirá que pueda ir explorando ciertas ideas que tengo para este blog y estructurarlas de una mejor manera.

En definitiva, es un servicio que debo seguir explorando. En lo que encuentro más respuestas a mis inquietudes acerca de Twitter, les comparto la liga donde se pueden subscribir a mis micro-publicaciones (Ruy on Twitter). También, si alguno de ustedes es usuario de Twitter y quisiera invitarme a seguirlo a través de este sistema, será un gran honor. Por otra parte, también añadí al blog una herramienta que consulta constantemente mis más recientes actualizaciones en Twitter.

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lunes, septiembre 15, 2008

12 Hombres en Pugna

12hombres

Durante el último mes, he estado recibiendo incesantes recomendaciones por parte de amigos, conocidos, y colegas, para ver una obra de teatro titulada 12 Hombres en Pugna. Desde que se enteraron en el trabajo de mi obsesión con el teatro, me han llegado mails semanales para recordarme ir a verla antes de que se vaya de gira al interior de la República. En más de una ocasión, he recibido mensajes de Messenger con el único objetivo de hostigarme hasta que decida ir a verla. Incluso, el Inge ha publicado un artículo muy interesante acerca de la versión cinematográfica llamada 12 Angry Men.

Fue así que, tras ver anuncios espectaculares por toda la ciudad (uno precisamente enfrente de mi trabajo), decidí lanzarme al Teatro Helénico y gastar la módica cantidad de $400.00 por boleto con tal de ver qué había detrás de tanta recomendación.

El Teatro Helénico nunca me ha gustado. Parece, ante todo, imprivisado. Es como si hubiera sido una bodega ingeniosamente convertida en un teatro. Eso, sumado al hecho de que la última obra de teatro que vi ahí fue desastrosa y a las múltiples malas experiencias con el valet parking que he tenido, me hicieron pensar dos veces antes de hacerme a la idea de asistir. Para colmo, la tarde en que decidimos asistir tenía todo pronóstico de ser melancólicamente lluviosa.

Llegué grácilmente de la mano de mi novia e hicimos la fila para entrar. Al momento en que tomamos nuestros asientos, dos circunstancias llamaron mi atención: la primera era que el teatro estaba a punto de llenarse y todavía faltaba más de media hora para que iniciara la función. Esto es notable, para empezar, porque el mexicano promedio no tiene la cultura de ir al teatro, y esta obra ya tiene varios meses en cartelera. Por otra parte, el público mexicano que suele asistir al teatro tiende a llegar flagrantemente tarde. La segunda circunstancia notable fue el escenario. Todavía no acabo de entender a ciencia cierta qué fue lo que me gustó tanto del escenario, pero sobresalía por su sencillez y la perfección con la que estaba hecho. Del lado izquierdo, se veía un asiento, acomodado de acuerdo a una perspectiva forzada que seguro incomodaba mucho a los actores, pero que hacía que el público vea un mayor espacio del que en verdad existe. Atrás, se encontraba el baño, y la pared que lo separaba del resto del cuarto estaba finamente recortada, cual vivienda de Los Sims para que el público pudiera ver lo que sucedía en su interior. Ahí, se veía de nuevo una perspectiva forzada labrada con el más meticuloso cuidado. No fue sino hasta que los actores tenían que hacer movimientos torpes para avanzar a través de la estructura, que me di cuenta que el baño era como una décima parte de lo que aparentaba ser. Al centro, había una enorme mesa de madera, rodeada por doce sillas y con cuatro lámparas que caían de lo más alto del escenario. Detrás, se encontraba un ventilador diminuto, un guardarropa, una puerta y la bandera de Estados Unidos. Del lado derecho, se veía una serie de ventanas con una vista urbana estadounidense y, al final del escenario, un dispensador de agua con pequeños recipientes de papel. Sonreí para mis adentros al darme cuenta de estos pequeños detalles y esperé pacientemente a que se dieran las tres llamadas.

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La trama parece ser simple: doce miembros del jurado discuten el veredicto de lo que parece ser un caso bastante claro de homicidio. La obra empieza con una votación preliminar, en la que todos los miembros del jurado votan por “culpable”… todos exepto uno… Es entonces cuando empieza un debate digno de ser analizado en una clase de lógica, de filosofía, y de ética. No hace falta ser genio para saber hacia dónde se irá desenvolviendo la trama, o, por lo menos, presentirlo. Lo importante no es saber cómo termina la obra, sino todos los argumentos lógicos que nos llevan a ese desenlace tan anticipado. Definitivamente, una de las más grandes virtudes de la obra, es el guión, y la adaptación que ha sufrido para satisfacer el criterio mexicano es también muy interesante. Todavía no veo la película original, pero siento que hay muchas cosas que tuvieron que sufrir un cambio considerable para poder incursionar en el inconsciente colectivo mexicano. De cualquier forma, los diálogos brillan por su astucia y su inteligencia. Hay ciertas escenas que se sienten un poco forzadas, pero, indiscutiblemente, cumplen correctamente su objetivo.

En cuanto a los actores, debo decir que hay varios que dejan un poco qué desear. Una de las principales fallas de las habilidades histriónicas de los mexicanos es que es muy difícil hacer que un diálogo aprendido de memoria suene casual, como si se les acabara de ocurrir. Hay pocos actores que logran mantener esa sensación de espontaneidad en el teatro. Sobre todo, es difícil mantener ese ambiente cuando se tiene un reparto sacado de diversas telenovelas de Televisa. Sin embargo, ésta no es una falla que comprometa en gran medida la experiencia teatral, que es, a final de cuentas, lo que estamos buscando los aficionados del teatro.

La dirección respalda al guión con sucinto ingenio. Debo aceptar que el director toma una serie de decisiones muy inteligentes a lo largo de la obra y, en ocasiones, engaña al espectador poco antes de que el guión logre aclarar los eventos. La dirección sutil con respecto a situaciones cotidianas como el calor, la inquietud, los tics nerviosos, los movimientos innecesarios, que tenemos todos los seres humanos, nos transportan poco a poco a la sala donde este jurado tan poco usual debe decidir si enviar a un joven a la silla eléctrica. Sin lugar a dudas, el director se merece un aplauso incondicional.

Los efectos especiales, aunque escasos, son muy efectivos. Sobre todo, el dinamismo gradual de la iluminación, el efecto de lluvia, el reloj que sincriniza a los actores cual director de orquesta, el ventilador que nadie sabe encender y los efectos de audio le dan un realismo muy interesante a la historia que se desenvuelve frente a nuestros ojos.

Por lo que he leído, en la película se usan diferentes efectos cinematográficos para lograr establecer una sensación de claustrofobia: cambian el tipo de lentes usados por las cámaras, empiezan filmando desde arriba y las cámaras van bajando conforme progresa la trama, incluso, tengo entendido que se sometió a los actores a varias sesiones incesantes de ensayos sin descansos para que pudieran proyectar esta desesperación por el encierro. En el teatro, utilizan los recursos como la iluminación, la dirección, y las actuaciones. Aún así, mientras más avanza la obra, más se siente uno incómodo ante la situación tan dinámica que se presenta. La claustrofobia no se siente en términos del escenario, sino en términos de cada uno de los argumentos que se presentan.

Definitivamente, es una obra de teatro debidamente recomendable. Ojalá y tengan tiempo de ir a verla o, de perdida, de revisar la película. Si alguien ya ha visto alguna de las dos, me encantaría escuchar (o leer) su opinión.

sábado, agosto 30, 2008

Ocurrencias de los alumnos. Parte VIII

yellow calcite by House Of Sims.

fotografía de House of Sims’

Posiblemente, una de las preguntas más difíciles que un profesor de Computación de preparatoria debe enfrentar es, “¿Esto para qué me va a servir?”

Desde la perspectiva del alumno, esta pregunta está totalmente fundamentada. Para empezar, el alumno vive en un mundo totalmente práctico, en donde todo tiene un propósito. Para el alumno promedio, el propósito de ir a tomar clases día a día es pasar un examen. Muy en su inconsciente, sabe que necesita esas clases para aprender lo que le pueda llegar a servir en un futuro. Son pocos los alumnos que entienden que uno puede ir a la escuela simplemente por el gusto de saber más. Muchos, ni siquiera han encontrado ese gusto por el saber, y sienten que si no se ven a sí mismos utilizando el conocimiento que proviene de sus maestros, ese conocimiento es totalmente desechable.

Por tanto, si tenemos un adolescente que sabe con certeza absoluta que no se dedicará a las ciencias, a la ingeniería, mucho menos a la computación, para el alumno es muy claro: aprender a programar y saber los conceptos básicos de la Computación no tiene sentido alguno. Su lógica dicta que en el futuro, él usará aplicaciones programadas por alguien más y que nunca se enfrentará al código que existe detrás de los programas que use en su rutina. A pesar de que uno insiste, clase con clase, en el hecho de que Computación puede ser vista no sólo como una materia informativa, sino como una materia formativa cuyos objetivos contemplan el desarrollo de nuevas habilidades para resolver problemas (de cualquier índole, no necesariamente de Computación), el alumno crea una resistente barrera desde el inicio de cursos que lo priva de momentos tan gratificantes como puede ser ver que tu programa corre sin fallas. 

Cuando llega un alumno y, excusándose de sus malas calificaciones, te pregunta “¿Esto para qué me va a servir?”, uno inspira hondo, relaja los músculos, y responde de la mejor manera. En mi caso, he descubierto que la respuesta más eficaz ante este tipo de desdén es:

–Me parece francamente soberbio que, a esta edad, uno pueda tener tanta certeza de lo que te va a servir en el futuro y de lo que no. Si vas por el mundo descartando lo que en ese momento creas que no te servirá, te estarás cerrando puertas para lograr lo que quieras de la vida. Además, si no te interesa saber más del mundo que te rodea, honestamente, siento que estás en la escuela equivocada.

Cuando usé esta respuesta por primera vez, me pareció, por demás, muy fuerte para un alumno. La palabra “soberbio” lleva muchas connotaciones muy poco agradables cuando uno es adolescente. También, el hecho de privarlos psicológicamente del derecho a pertenecer a una escuela que siempre han tomado como suya, suele ser un enfrentamiento muy osado. Sin embargo, debo aceptar que me ha funcionado bastante bien. A los alumnos a los que les he dicho eso, no sólo no vuelven a hacer la fatídica pregunta, sino que he notado que adquieren un pequeño cambio favorable de actitud. A veces siento que, lo que los adolescentes necesitan para reaccionar ante su despecho general por la vida, es un pequeño reto. Muchas veces, retarlos a demostrarle al profesor que está equivocado, es suficiente para despertar esa chispa latente que muchos llevan dentro. No puedo decir que esto ocurra con todos los alumnos. Hay algunos que no tienen remedio alguno, o que viven decididamente apartados de cualquier disciplina académica, como me sucedió con varios alumnos el año pasado. Sin embargo, siempre es interesante ver a ese chico o chica que se esfuerza sólo por probarse a sí mismo y superarse.

Como había comentado en mi publicación anterior, he estado recibiendo muchos comentarios favorables de mi desempeño como profesor. El problema de este asunto es que es difícil saber cómo tomar un comentario favorable de parte de un alumno que aún depende de mi calificación. El otro día, una alumna recién graduada y que se encuentra actualmente estudiando Ingeniería Geofísica en la UNAM, se tomó la molestia de, al verme conectado en el Messenger, dirigirme unas palabras que quisiera compartir:

La verdad, quería agradecerte todo lo que me enseñaste. Cuando tomaba clases contigo me esforzaba y todo, pero realmente pensaba que nunca me iba a servir lo que estábamos viendo. Ahora estoy más feliz que nunca de haberlo estudiado!! Entiendo perfecto todo lo de computacion para ingenieros, sobresalgo en la clase, etc.!! De verdad, muchas gracias.

Además de todo lo que me enseñaste como persona... pero eso simepre supe que me serviría!

Además, te lo digo sinceramente (digo, ya no eres mi prof, ya no sirve ser barbera) cada clase de compu que tengo, pienso: “pff... ojalá ruy fuera el profesor!...” Digo, mi prof de compu no es malo pero no es tan bueno como vos.

Fuera de algunas correcciones de ortografía y puntuación, los mensajes que ahora publico son inéditos. Estos simples comentarios (y otros que he recibido por distintos medios) hacen que sienta que no estoy perdiendo mi tiempo con los alumnos, que mis desveladas preparando clases, calificando exámenes, dando asesorías, tengan un valor mucho más preciado para mí que la bonificación monetaria que recibo cada quincena por parte de la escuela. Definitivamente, es un trabajo que quisiera conservar lo más que se pueda.

sábado, agosto 16, 2008

Ocurrencias de los alumnos. Parte VII

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Imagen de Paul Worthington

Como todos los años, la junta de bienvenida de la escuela donde trabajo se celebró el viernes antes de dar inicio a clases. Desafortunadamente para mí (y para todo el personal docente de la escuela), la fecha y hora de la junta de bienvenida coincidió casi exactamente con la inauguración de los Juegos Olímpicos. Siento que no fui el único maestro que asistió a regañadientes al auditorio escolar, sabiendo que millones de personas alrededor del mundo estaban viendo una de las inauguraciones más espectaculares de todos los tiempos. Afortunadamente para mí, mi novia tuvo la excelente idea de grabármelas y su mamá tuvo la delicadeza de copiarme el evento en DVD.

Éste es mi tercer año dando clases de manera oficial. En años anteriores, la junta de inicio de año había sido una experiencia totalmente aterradora. Eso de ver a tu lado a todos los profesores que alguna vez te dieron clase y darte cuenta de que ahora eres uno de ellos, puede llegar a impactar bastante la primera ocasión. Esta vez, me pareció lo más normal del mundo. Sin embargo, al ver las expresiones en los rostros de los maestros de nuevo ingreso, recordé ese sentimiento de emoción y extrañeza.

Finalmente, el inicio de clases llegó y, a pesar de toda la preparación física y mental a la que voluntariamente me sometí durante el fin de semana anterior, me costó mucho trabajo levantarme a esa hora. Vi al reloj despertador con cierto recelo y, a pesar de las circunstancias, me armé de valor y me levanté a arreglarme para el primer día de clases.

La primera clase transcurrió normalmente. Había en el fondo un grupo de niñas que aún parecían interesadas en platicar de las vacaciones, pero nada grave. Me he dado cuenta de que mi manera de dar clase también ha evolucionado bastante desde que inicié mi labor docente. Recuerdo que el primer día de clases, les explicaba el curso, la forma de evaluación, las reglas de puntualidad, trabajos, satisfacción del curso, etc. Todavía me daba tiempo de iniciar el primer tema y avanzar en la presentación. Este año, apenas y me dio tiempo de terminar la introducción al curso. Creo que ahora puedo hablar con más confianza que hace 2 años. Lo cierto es que el primer día de clases que di en aquella ocasión, estaba francamente aterrorizado. Ahora me siento mucho más cómodo dando mi clase. Supongo que es un buen inicio.

Por otra parte, siempre que inicio un nuevo curso, les pido a mis alumnos que me envíen un correo electrónico con sus datos, su expectativa del curso, y qué es lo que quieren estudiar, para tener una mejor perspectiva del tipo de alumnos que tengo y hacia dónde enfocar mi clase. En esos correos recibo una cantidad tremenda de información por parte de los alumnos. Recibo experiencias pasadas en cursos (buenas y malas), recibo los pasatiempos de varios alumnos, los intereses, y siempre hay alguien que trata de hacerme la barba a través de estos correos electrónicos. A algunos, les sale mejor que a otros, pero definitivamente, hay correos que me hacen sentir mucho mejor que otros. Pocas veces, me encuentro con correos de alumnos en los que siento que sí hay algo de honestidad en las cosas que me escriben. Quisiera compartir un fragmento de uno de estos correos que me hicieron sentir muy bien:

Ahora, ¿qué espero del curso de computación? En primera instancia lo que espero es ver qué tanto disfruto el curso. Debo confesar que antes de 5°, computación no era ni mi fuerte ni mi hit (estaba en el punto de que no sabía usar otra cosa que no fuera "printf") y de hecho área I no me atraía del todo justamente por la materia en cuestión. Pero oh sorpresa, el año pasado me volviste una nerd/geek de computación, más bien de programación, y era feliz haciendo los proyectos, aunque luego los compañeros eran más estresantes que el proyecto mismo jojo. No sé los demás pero para mi has sido el mejor maestro que hemos tenido. El punto es que entendí lo que no pude entender en 4 años, y descubrí que no soy taaan mala en esto y que me gusta, y hasta lo estoy considerando como carrera.

Independientemente de si es verdad o no, debo confesar que este comentario me hizo el día. Estoy muy contento de que alguien me exprese de esta manera el esfuerzo que trato de imprimirle a todas mis clases. Por suerte, es una chica que sí ha sacado buenas calificaciones conmigo el año anterior y que sí noté cierto gusto por lo que estábamos trabajando. Ojalá y no la defraude.

jueves, agosto 07, 2008

Our Last Summer

 

I can still recall
Our last summer
I still see it all
Walks along the Seine
Laughing in the rain
Our last summer
Memories that remain.

-Our Last Summer (Mamma Mia!)

 

El otro día estaba recordando las buenas épocas en las que los meses correspondientes a julio y agosto, solían connotar una etapa de vacaciones, de ocio y de descanso. Una vez entregadas las boletas de calificaciones, la preocupación de las tareas y los exámenes quedaba atrás. Mis papás solían organizar vacaciones, tal vez a Acapulco, o a Orlando, para aprovechar el calor y desahogar la energía infantil que solíamos tener mi hermano y yo. Muchos de los mejores recuerdos de mi infancia, datan de aquella época entre años escolares en los que la mayor preocupación radicaba en haber visto toda la cartelera cinematográfica, o en saber en qué nos íbamos a entretener al día siguiente.

Desde hace ya varios años, la concepción que tenía acerca de las vacaciones de verano ha venido cambiando radicalmente. La verdad es que no me arrepiento del hecho de que mis veranos los pase trabajando. Las recompensas son muchas y muy satisfactorias. Sin embargo, no puedo negar la nostalgia que me invade al ver a estudiantes paseándose en ropa veraniega y lentes de sol, cuando yo paso a lado de ellos con ropa de oficina y mi gafete colgando del cinturón. Los tiempos han cambiado, indudablemente. Por fortuna, me sigue gustando mi vida y siento que la sigo disfrutando.

Sin embargo, tanto en el trabajo, como en los demás aspectos de la vida cotidiana, esta época de vacaciones estudiantiles sigue sobresaliendo a través de muchas y muy diversas manifestaciones. Uno de los ejemplos más claros es a través del tráfico. Hago 45 minutos a mi trabajo, cuando en épocas de clases, suelo hacer hasta dos horas de camino. Las vialidades suelen ser una completa delicia durante las semanas en que la población migra turísticamente fuera de la ciudad.

Por otra parte, también varios de los clientes con los que normalmente trabajamos, suelen salir de vacaciones con sus familias, por lo que la carga de trabajo suele bajar. De repente, hay que enfrentarse a nuevos proyectos que están en puerta, pero en sí, la interacción directa con los clientes baja radicalmente.

Este fenómeno influye directamente también el el uso del Internet. En general, no es como que haya mucha gente que visite mi blog, pero muchas de las visitas son de gente que busca información de El amor en los tiempos de cólera y por azares del destino, llegan a mi reseña del libro y de la película. A mí no me engañan, estoy seguro de que son alumnos que no quisieron leer el libro y que buscan en Internet cuanta información esté disponible para realizar algún ensayo o para prepararse para algún examen o discusión. Por esta razón, en estas épocas, incluso mi blog sufre una constante disminución de visitantes. Digo, no es como que mi blog tenga una popularidad suficiente como para que esta estadística sea representativa del uso del Internet, pero sí me hace sentido que, año con año, estas semanas de vacaciones muestren una interesante caída de visitas a mi blog. A continuación muestro las estadísticas semanales de mi blog:

Analytics

Por lo tanto, es por estas épocas en las que recuerdo el objetivo principal por el cual abrí este blog en un principio: la esperanza constante de que gente a lo largo y ancho del mundo pueda leer todo aquello que pasa por mi mente y que estoy dispuesto a compartir a través de este medio. En esos momentos, reviso de nuevo mis estadísticas y, a pesar de que sí he visto un constante crecimiento en el número de visitas que llegan por alguna razón a mi blog, no he visto nada que me convenza de manera contundente de que la gente esté leyendo lo que estoy escribiendo. Cada día, incluso, veo menos comentarios en las publicaciones que hago, y siento que los comentarios tienen una correspondencia proporcional de qué tanto está siendo verdaderamente leído mi blog, y no cuántas veces alguien ha caído accidentalmente en él. Por lo tanto, siento que debo tomar varias acciones importantes:

  1. Publicar más seguido: Definitivamente, si quiero que la gente lea esto, debo publicar más y dejar de agregar tanto widget y contenido poco útil a mi blog.
  2. Encontrar nuevos temas: Va muy de la mano con el punto anterior. Tal vez no esté escribiendo lo que la gente quiere leer, o no como la gente lo quiere leer. Definitivamente, no voy a escribir de algo que no me interese o de lo que no sepa lo suficiente, pero siento que hay muchas cosas que podría comentar y que no lo hago.
  3. Contenido visual: En una sociedad tan acostumbrada al contenido interactivo, es necesario aumentar poco a poco la cantidad de imágenes, videos, etc. Aunque, detrás de todo esto, mi principio fundamental siempre ha sido que las palabras pueden más que las imágenes. No sé qué pensar al respecto.
  4. Leer más blogs: Tal vez leyendo y viendo qué es lo que están ofreciendo otras personas, pueda hacer algo por atraer a la gente. Dicen que el ejemplo es el mejor amigo de aquél que quiera aprender.
  5. Posts más pequeños: Una de las reglas de oro de los blogs es no abrumar al lector con tanto contenido. Sin embargo, siempre me han gustado las publicaciones largas. Es algo que no puedo evitar: me gusta escribir. Siento que si me dedicara a escribir posts más pequeños, estaría perdiendo un poco de identidad.
  6. Formato de posts: Tal vez tenga que ver con el hecho de que a la gente no le gusta tanto el contenido anecdótico. Para mí es esencial, pero, then again, suelo considerarme una persona atípica.
  7. Diseño del blog: El diseño que manejo en este blog es bastante convencional. Muchas veces siento que el diseño y la disposición de las cosas dentro de mi blog no son debidamente atractivas.
  8. Tomar unas vacaciones: Tal vez tantos años de trabajo casi ininterrumpido estén obstaculizando el tiempo que le dedico a este blog y el contenido del mismo. No sé.

¿Alguna otra sugerencia?