martes, julio 20, 2010

Ocurrencias de los alumnos. Parte XIV

Reading with music
Fotografía de suchitra prints en Flickr

Como profesor, uno normalmente se alegra de los éxitos de los alumnos. Conforme se va aproximando el fin de cursos, empiezan a acercarse aquellos estudiantes agradecidos a dedicar palabras emotivas tanto al curso como al profesor. Otros, ya sea por convicción propia o por un sentido moralista escolar, empiezan a hablar de cómo llevarán ciertos temas o actitudes del profesor a lo largo de sus vidas. Muy probablemente, en algunos años, tengan dificultad de recordar el nombre del profesor. Lo cierto es que, en su futuro inmediato, se ven a sí mismos como inconfundibles ganadores, exitosos profesionistas, científicos brillantes o –al menos– alumnos que han aprobado la materia; por tanto, les es fácil encontrar las palabras que justifiquen su proyección a corto o mediano plazo y que, al mismo tiempo, haga sentir bien al profesor que tanto se estuvo desvelando calificando exámenes.

Hace poco, un alumno decidió irse de la escuela a la mitad del curso. Me extrañó bastante, pues no es del todo común que se deje un ciclo escolar inconcluso, así que le envié un correo electrónico para saber si estaba bien y si había algo en lo que yo pudiera ayudar, para lo que me respondió:

Hola profe, muchas gracias por su interés pero la verdad es que, como no voy a llevar computación, pues no hay mucho en lo que me pueda ayudar en este momento; pero si más adelante necesito de su ayuda no dudaré en contactarlo. De todas formas, muchas gracias. Como comentario al margen, quiero que sepa que, de todos los años que estuve en la Escuela y de todas las clases de computación que tuve, en la única en la que logre entender y aprender algo fue en la suya, además de que ha sido el único profesor que se interesó en que nosotros entendiéramos a fondo la materia.

Suerte y muchas gracias.

Siempre me pongo nostálgico cuando se van los alumnos, por las buenas o por las malas. Simplemente, me parece interesante cómo algunos de ellos, incluso en su partida, me hacen reflexionar. Siento que esta persona no tenía necesidad de decirme más allá de que no necesitaba mi ayuda para entrar a su nueva escuela. No sé si haya querido agradecer el correo de cortesía que le envié, o si hubiera querido agradecer algo en particular de mi interacción con ellos, pero siempre se agradecen esos minutos de más que alguien te dedica y te hacen sentir que tu esfuerzo ha valido la pena, en mayor o menor escala, pero sabes que no has estado perdiendo el tiempo, del todo.

miércoles, abril 21, 2010

Ocurrencias de los alumnos. Parte XIII

Uris Libary Stacks Fotografía de eflon: http://www.flickr.com/photos/eflon/3271730476/
Creative Commons: http://creativecommons.org/licenses/by/2.0/

Como profesor, una vez que se acaban los cursos, no me queda más que esperar que algo de mi esfuerzo, dedicación, sangre, sudor y lágrimas haya valido la pena. Cuando le das a un alumno una toga, un birrete y un diploma, por más que te prometan que van a escribir o que se mantendrán en contacto, o que irán frecuentemente a la escuela a visitar, la verdad es que son pocos los que cumplen con tal cometido.

La existencia de Facebook o Twitter hace mucho más sencilla la comunicación. Al ser maestro de grupos de adolescentes, me he vuelto extrañamente popular en este tipo de redes sociales, sobre todo un día antes de entregar proyecto o del examen bimestral. Sin embargo, una vez que parten acompañados por la melodía de Pompa y circunstancia, hay algunos que todavía me escriben brevemente en el Muro de Facebook para contarme de sus anécdotas y, sobre todo, cuando se topan con algo de mi materia. A veces, hasta yo mismo me impresiono de los momentos y circunstancias en los que aplican las habilidades que adquirieron en mi curso y los conocimientos que intenté transmitir. Sobre todo, me llaman mucho la atención las personas que logran identificar el potencial de la computación en áreas mucho más artísticas.

Hace poco más de un mes, apareció el siguiente mensaje, escrito:

Sucede que hay un lenguaje de programación  para las nuevas consolas de iluminación. Se supone que es complejísimo y súper abstracto por las nuevas características de los sistemas (que utilizan redes y un montón de cosas nuevas) pero después de la educación que recibí en la escuela con ustedes, le agarré la onda en dos segundos y nadie lo puede creer. ¿Quién diría que Área I me está ayudando mucho más de lo que imaginaba en mi carrera?

La magia del comentario no terminó ahí. Justo abajo del mismo, apareció una respuesta de otro alumno de esa misma generación:

Esto me recuerda que el jueves tuvimos un recorrido por la biblioteca de la Universidad y funciona virtualmente con operadores booleanos, a lo cual yo era el único que conocía el término y todos quedaron anonadados por ello. El Área I y sus materias como Computación, sí funcionan… y funcionan muy bien.

Cuando tomé el curso, sabía que era todo un reto el impartir la materia menos popular de toda la Escuela. Todavía, hoy en día, lo es. El principal obstáculo es la incredulidad y la indiferencia de los alumnos. Habrá quienes piensen que esto no les va a servir en la vida. Efectivamente, con una actitud así, lo olvidarán pronto y cuando se enfrenten a la posibilidad de aprovechar el potencial de la tecnología que tienen en sus manos, lo desperdiciarán y ni se darán cuenta. Seguirán viviendo sus vidas tan felices como antes. Sólo aquél alumno que le ofrezca al profesor el beneficio de la duda, podrá utilizar los conocimientos cuando la vida y el sino lo pongan en la situación adecuada.

¿Algún otro profesor o maestro con experiencias o comentarios al respecto? ¿Algún alumno que quiera agregar algo? Sus comentarios son bienvenidos.

jueves, febrero 25, 2010

La fotografía de la semana. Parte XI (Viajando)

El señor y la señora Gómez se decidieron, finalmente, a viajar con su primogénito. Hicieron reservación en el hotel, empacaron cuidadosamente sus maletas, prepararon las provisiones para el viaje, y prepararon al pequeño Ruy para emprender su primera aventura fuera del Distrito Federal. Una vez en el coche, pusieron la música preferida del infante e iban listos para atender cualquier requerimiento que se presentara durante el trayecto, desde agua hasta entretenimiento. Llegaron a su destino final, estacionaron el coche cerca de la entrada del hotel, se registraron, y se dispusieron a mostrarle al joven Ruy el hotel, la alberca, las áreas verdes, el restaurant, la playa y le describieron a detalle cada una de las actividades en las que se podría involucrar en esas vacaciones.

-¿Adónde quieres ir, mi vida? –preguntó mi madre después del recorrido.

-¡Casita! –respondí, sin entender la mirada de incredulidad de mis padres. Mi papá miró a mi madre como diciéndole, “Te toca a ti decirle que vamos a estar aquí por dos semanas…”

En aquellas épocas, mi mundo residía en mi hogar y solía sentirme incómodo si alguien osaba sacarme de mi burbuja. Hoy en día, puedo decir que me gusta mucho viajar.
 
Otro de los beneficios de mi trabajo es que, de vez en cuando, debo viajar a otros estados, a otros países y conocer lugares y personas muy interesantes.

Tal vez, una de las experiencias que más me han llamado la atención cuando viajo, es el servicio de los hoteles. En verdad, si es un buen hotel, uno puede ir, dedicarse a cualquier cosa y olvidarse de la rutina hogareña. Sabemos que, si requerimos algo, alguien se va a encargar de conseguirlo de la mejor manera y que uno se puede concentrar en su objetivo principal, diversión o negocios. ¡Eso es servicio!

Mi último viaje fue a Aguascalientes y les comparto algunas fotografías del hotel donde me quedé.

domingo, febrero 14, 2010

La fotografía de la semana. Parte X (Sorpresas por el Centro de la Ciudad)

Centro

Una de las principales ventajas de mi trabajo, es que tengo que ir viajando por toda la ciudad para visitar a mis clientes. Ventaja, en el sentido de que no estoy siempre en el mismo lugar, y puedo conocer a muchas personas y, en ocasiones, me toca caminar por lugares muy interesantes. Como tengo a uno de mis clientes en el Centro de la Ciudad de México, tengo la oportunidad de caminar por unas de las calles más activas de la capital mexicana. Ahí, me he topado con organilleros molestos, mimos amateurs, estatuas vivientes, arlequines ordenando hamburguesas en Burger King, gatos gourmet, amigos de la secundaria, manifestaciones, y un sinfín de eventos.

El otro día, iba caminando por por la calle de Madero, cruzando Eje Central, cuando me di cuenta de que había listones y resortes que obstruían el paso de esta calle que, desde hace cierto tiempo para acá, se convirtió en una calle peatonal. Más adelante, había una pequeña plataforma formada por cajas de madera y artículos corrientes como vasos, cartones, y envases, con orificios por donde la gente miraba algo. La verdad es que no me acerqué a mirar, pues iba algo tarde para mi reunión, pero sí me detuve un instante para sacar la fotografía de esta semana.

Ese mismo día, un poco más adelante, me encontré a un señor que se parecía notablemente a un maestro de Español y literatura de la secundaria a quien apodábamos “el Che”, por su origen argentino. Se me ocurrió volverme y preguntarle si su nombre coincidía con el de mi profesor. Efectivamente, se trataba de él. Me dio mucho gusto saludarlo, pues hacía tiempo que él había dejado de dar clases en la Escuela. Le platiqué que había sido su alumno hace ya varios años y, por un momento, registró su base de datos de alumnos de antaño y, sin pensarlo dos veces y con los ojos iluminados, me dijo: “Pero si tú fuiste quien me regaló un cassette de Les Luthiers.” Esa pequeña frase hizo que me detuviera un instante a pensar: Hace años que no veo a este hombre, y la última vez que lo vi, era por las épocas en las que aún sufría del acné, no me cerraba la barba y todavía tenía un gran porcentaje de cabello cubriendo mi cabeza. Mi expectativa era que no se acordara de mí, sino que asintiera cortésmente y estrechara mi mano. Desde hace cierto tiempo, me he encontrado con personas que me recuerdan bastante bien, a pesar de los años que han pasado de no verlos. ¿Hay algo en mi físico, mi personalidad, o en mi manera de saludar a la gente que hace que me recuerden a pesar de tanto tiempo? Francamente, no sé si en misma cantidad de años yo pueda reconocer a los alumnos que estoy teniendo ahora.

Intercambiamos algunas palabras acerca de nuestras actividades actuales, de cómo nos trataba la vida, y tuvimos que despedirnos. Poco después llegué justo a tiempo a la junta con mi cliente y, mirando a mis interlocutores, pensé si ellos serían capaces de reconocerme en unos diez años si me encuentran por la calle…

Actualización: Al parecer, esta fotografía pertenece a un proyecto de estudiantes de arquitectura y, para aumentar el grado de coincidencias en el asunto, una ex-alumna mía está involucrada en este proyecto. Les dejo la liga donde pueden encontrar más información al respecto:

http://www.youtube.com/TallerMaxCetto

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martes, febrero 02, 2010

La fotografía de la semana. Parte IX (P.F. Chang’s)

PF Chang's

Existen experiencias que marcan hitos en las vidas de las personas. Puede ser desde algo tan complejo como la culminación y graduación de una carrera profesional, o tan simple como una sonrisa… A veces, incluso, están formadas por una combinación de ambas. En ocasiones, tenemos experiencias inolvidables que, por alguna razón inexplicable, tenemos la necesidad de compartir con alguien más. Eso me pasa a menudo: llegan momentos inolvidables en mi vida y me gustaría que esa persona especial estuviera conmigo para vivirlas juntos. Esa necesidad de compartir es la pequeña llama que se aviva a cada rato en una relación.

Tal fue el caso hace un par de meses cuando viajé a Estados Unidos con motivo de un entrenamiento. Una de las tantas celebraciones que tuvimos, se llevó a cabo en un restaurant chino llamado P.F. Chang’s. No sé si fue el momento, si fue el lugar, o ambos, pero el punto es que quedó grabado en mi memoria como una de esas experiencias inolvidables.

Desde el principio, llamaba mucho la atención la fachada claramente oriental. Por dentro, había una extraña combinación de un diseño chino y de un bistró moderno, con estatuas orientales de guerreros y caballos por todas partes, así como un gran mural que, según el menú, había sido pintado a mano.

La comida estaba pensada para compartir, por lo que tuvimos el gusto de probar un poco de cada plato. La verdad es que todos eran una serie de exquisiteces que sobrepasaban cualquier idea que te hubieses hecho a la hora de leer el menú.

Hace poco, abrió en México una sucursal de este restaurante (Reforma 222) y el fin de semana pasado tuve el gusto de compartir esta experiencia con mi novia. Pasamos una velada increíble, recordándome de aquellos buenos momentos en Estados Unidos con amigos y compañeros de trabajo. Les comparto una fotografía del Chai y del Té de Naranja que pedimos al finalizar nuestros alimentos. Distinto lugar, distintas personas; recuerdos similares, experiencias igualmente inolvidables.

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domingo, enero 17, 2010

La fotografía de la semana. Parte VIII (Es hora…)

Foto-0087

Hace poco, leí un artículo en el que decía que las nuevas generaciones ya no usaban reloj de pulsera. Me detuve un momento y miré el marcado cambio de tonalidad en la piel que rodea a mi muñeca derecha desde hace ya varios años y decidí que existen dos alternativas: o mi generación ya no es considerada como una “nueva generación,” o sigo siendo uno de esos especímenes raros que siguen usando reloj en la muñeca (desafortunadamente, las dos alternativas no son excluyentes…). Ciertamente, desde muy pequeño, me llamó considerablemente la atención eso de los relojes. Tal vez fue una de esas manías que se pasan de padre a hijo, pero la realidad es que es difícil que yo salga a la calle sin mi reloj. Me siento raro cuando, por descuido, lo dejo en mi mesa de noche. A lo largo de los años, se ha convertido en uno de esos accesorios que ya forman parte de mí. Mi primer reloj fue uno amarillo con una carátula de las ardillas Chip y Dale. Habré tenido unos cinco o seis años cuando mis papás me compraron tal artículo. Todavía debe estar ahí, entre los cajones llenos de recuerdos semejantes.

Así, me puse a pensar acerca del verdadero uso que le doy a mi reloj, fuera de ser un objeto que cargo conmigo cual ritual. Ciertamente, es rara la ocasión en la que subo mi brazo derecho a la altura de mis ojos y consulto la hora actual. Gran parte del día, la paso ya sea en el coche o trabajando con una computadora. En ambos lugares, tengo un reloj digital que me proporciona la hora exacta. Incluso, cuando me encuentro en tránsito por la calle, en ocasiones me es más sencillo consultar la hora de mi celular que la hora del reloj que llevo puesto.

La fotografía de esta semana se trata del reloj que se encuentra en la parte superior de Galerías Insurgentes. Esta fotografía fue tomada desde adentro del centro comercial y, a veces, cuando paso por ahí, me gusta quedarme a admirar semejante estructura que, al igual que mi reloj de pulsera, tiene un propósito más estético que práctico. Mientras tomaba la fotografía, adelante de mí, una señora le preguntó a su marido la hora y el señor, en vez de subir la mirada unos cuantos grados hacia el reloj, sacó su celular, presionó un botón y le contestó, “son las 2:18.”

sábado, enero 02, 2010

La fotografía de la semana. Parte VII: Cuetzalan

IMGP0405 Tal vez, uno de los viajes que más me arrepentí de no haber hecho durante mis años de Preparatoria, fue la tradicional excursión a Cuetzalan, Puebla. Afortunadamente, este fin de año, tuve la oportunidad de ir, disfrutar del pueblo, visitar grutas, cascadas y cafetales.

Fue un gran viaje y les comparto una de las fotografías que tomamos en nuestra aventura por las Grutas Aventura y la Cascada Maravilla.

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