lunes, junio 30, 2008

Shelfari

Mi reporte estaba listo. Después de un día de investigación intensa, de dos días de análisis estadístico, y de mucho esfuerzo, sudor y lágrimas, decidí que el reporte que me había pedido mi jefe estaba lo suficientemente presentable como para mostrárselo a la mañana siguiente. Bueno… quizás la gráfica quedaría mejor si la movemos a la izquierda… ¡perfecto!
 
Miré la pantalla de mi computadora con orgullo flagrante y mandé a imprimir. Me levanté presurosamente de mi asiento y me dirigí decididamente al rincón de la impresora. En lo que esperé a que la cola de impresión terminara, escuché pasos atrás de mí. Un joven vestido de traje se adelantó hacia la impresora y, viendo que yo era el siguiente en la fila de impresión, me miró con ojos de lástima… y con toda razón: su impresión kilométrica me iba a hacer esperar una eternidad en lo que salía mi reporte. Pensé en regresar a mi lugar y esperar que el primer tomo de mi acompañante fuera gentilmente escupido por la impresora, cuando alguien, al otro lado de la oficina, empezó a balbucear algo que no logré entender al principio. En el momento en que mencionó la palabra libros fijé la atención e intenté descifrar lo que se estaba diciendo.
 
-Por fin, ¿te vas a unir al club?
 
-¿Qué club?
 
-El club de lectura. El que te dijimos la semana pasada.
 
Me cautivó la idea de que alguien, dentro de una empresa tan grande, estuviera interesado en la lectura, y no sólo en la propia, sino en difundir el buen hábito de la lectura.
 
-En verdad, los libros no muerden. Deberías unirte.
 
-No tengo tiempo. Además, soy muy malo analizando libros.
 
-No tienes que ser un experto. Ninguno de nosotros lo es. Sólo queremos aumentar nuestras lecturas.
 
A pesar de todas las frivolidades que se viven a diario en la oficina, todavía hay gente interesada en leer. Es interesante ver cómo pasan los años, las décadas y los siglos, y la lectura sigue siendo una actividad tan demandada. Uno de los propósitos que me hice al salir de la universidad fue que, no importara el lugar donde estuviera trabajando, seguiría leyendo. Es un pasatiempo que, en la primaria, me costaba mucho, en la secundaria, empecé a valorarlo, y en la prepa llevaba mis libros a todas partes: cenas, cine, parques, escuela, y demás eventos. Creo que me tomé demasiado en serio eso de los libros de bolsillo porque compraba libros pequeños y adaptaba mi bolsillo para cargarlos a todas partes. Milagrosamente, sobrevivían las inclemencias de mis jeans adolescentes. Al llegar la universidad, toda esa obsesión por los libros, se perdió. Acaso, podía leer un par de novelas durante las vacaciones, pero nada con la misma intensidad ni con la misma pasión que durante la prepa. La verdad es que fui afortunado de estudiar en esa preparatoria. Tal vez no salgan los jóvenes más brillantes del mundo, pero sí los más lectores de México.
 
Me volví discretamente a ver el rostro de la persona que estaba haciendo la invitación al club de lectura y la grabé en mi mente. Era una señora muy morena, con el cabello negro y pulcramente recogido. Usaba lentes y sonreía grácilmente en lo que pronunciaba cada palabra. Tomé el reporte que ahora salía a través de la impresora, y regresé a mi lugar, un poco más entusiasmado por el club de lectura al que aún no pertenecía, que por la perfección indiscutible de mi reporte.
 
 
Al día siguiente, justo después de entregar mi reporte, decidí que era momento de ir a tomar una taza de café. Me dirigí a la cafetera, que ahora exhibía ostentosamente granos de café chiapanecos, y seleccioné la opción de café ligero. Una vez servido, regresé a mi lugar, cuidando no derramar una sola gota. Pasé frente a una sala de juntas y miré discretamente en su interior. Encontré a la misma señora que había estado convenciendo al joven de traje el día anterior de entrar al club de lectura. Sorbía cuidadosamente una taza de café y tecleaba torpemente en su computadora. Me acerqué un momento y le pregunté por el club de lectura. Me sonrió maternalmente y, haciendo a un lado su trabajo, me mostró la información del club que estaba organizando. Me informó que ya habían acordado leer un libro para la primera reunión y que se encontraba el proyecto en una etapa de prueba, para ver quiénes ingresaban, a quiénes les interesaba, y la dinámica que podía seguir sucediendo. No dudé ni un instante en inscribirme a la lista de distribución.
 
El primer libro que leímos, se titula El mundo, de Juan José Millás. Excelente libro. El objetivo de esta entrada no es, por ningún motivo, hacer una descripción o reseña del libro. Posiblemente dedique una entrada especial para esta novela. Simplemente debo decir que fue un éxito rotundo en el club de lectura.




El mundo/ The World

ISBN: 8408077546
ISBN-13: 9788408077541


El segundo libro que leímos fue Agua para elefantes de Sara Gruen. A diferencia del primero, este libro no causó sensación alguna. Todos lo empezamos, pero pocos fueron los que llegaron al final sin ningún tropiezo. Está bien escrito, pero carece de la acción que deberían tener todos los libros del género. Me parece que es un argumento débil y, a pesar de que promete mucho, hacia la mitad del libro empieza a decaer con anécdotas irrelevantes para el lector.




Agua para elefantes/ Water for Elephants

ISBN: 1603960066
ISBN-13: 9781603960069


Así empezamos con un club que espero que dure bastante tiempo y que podamos organizar de una mejor manera, porque, ciertamente, el trabajo quita mucho tiempo valioso que podríamos ocupar fácilmente en leer. Con este objetivo en mente, me puse a buscar qué aplicaciones podrían ayudarnos a tener un mejor control de los libros que vamos proponiendo, así como comparar distintas opiniones de otros lectures y tomar una mejor decisión a la hora de elgir los libros.

De esta forma, me crucé en Internet con un sitio llamado Shelfari. Combina el concepto de redes sociales con una base de datos muy extensa de libros, autores y grupos. Es en este sitio donde hemos decidido poner nuestro grupo de lectura y con el cual vamos monitoreando la lectura personal y la de los amigos. Facilita la creación de reseñas, recomendaciones, y personalizaciones de libros. Me agrada la funcionalidad de registrar a quién le has prestado algún libro, para saber a ciencia cierta a quién reclamarle en caso de hurto autorizado de libros. Para colmo, tiene un pequeño widget que, a partir de esta semana, podrán estar admirando en la parte inferior de mi blog. Ahí se muestra otra de las grandes cualidades de Shelfari: su interfaz gráfica que simula las repisas de madera. Se agradecen comentarios de gente que esté utilizando esta aplicación, o que conozca alguna competencia directa.

 

Por cierto, seguimos esperando información del(los) comentador(es) anónimo(s).

1 comentario:

Bárbara Gómez dijo...

oye tus posts están interesnates, nomás que medio largos...